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Roban leche a niño

Roban leche  a niño

A girl shows her hands while working in a brick kiln in Nangarhar province in eastern Afghanistan.

Los niños cuando piden en las calles casi siempre bajan la cabeza, y eso fue lo que hizo J. de unos cinco o seis años de edad, cuando se presentó triste, sucio y semidesnudo en un taller de herrería en Santo Domingo Norte.

Sin embargo, no podríamos decir qué pedía, sino algo peor, ofertaba un trabajo a cambio de un pan, porque eso fue lo que dijo: “señor le boto la basura por un pan, porque tengo hambre.”

Cuando se le preguntó por su padre dijo sin levantar la cabeza que “está recogiendo botellas en las calles en un saco”.

Esa actitud de los niños de bajar la cabeza, es casi similar a la de muchas personas cuando son asaltadas, en cuyo momento se ven presa de pánico y aterrorizada por el delincuente.

A los 60 meses de nacido como J, casi todos los hijos de los ricos de esa edad aún toman leche hasta en biberón.

Pero alguien le robó la leche a J., del cual nadie podría decir su destino, en este país de tantas desigualdades sociales y corrupción en el que un solo individuo en menos de 12 años se pilló más de tres mil millones de pesos.

Mucho de estos desfalcadores, criminales, ladrones son estudiados desde la antigüedad; para Platón el crimen es síntoma de enfermedad del alma, con sus vertientes de ambición, lujuria, cólera, pasión e ignorancia.

No hablo de Juanito Alimaña, sino de aquellos que viajaban en guagua de concho, cenaban en fritura y se calzaban con botas que muchos policías vendían en los barrios, en cuyo tiempo eran humildes, solidarios y vendían su periódico con mucho tesón.

Pero al conocer estos las arcas del Estado se convirtieron en estrafalario y en una sola noche son capaces de gastar sin sonrojos lo que un policía devenga en dos anos, ingiriendo Legacy by Angostura o Chatead d´yque, o sino comiendo caviar almas u hongos matsutake en hoteles como el Ritz de París o en Palms Casino de Las Vegas.

En caso como éste y otros crimines, la escuela positivista, cuya orientación es la superación del liberalismo individualista, fundamenta el derecho a castigar, para anteponer los derechos de los hombres honrados a los derechos de los delincuentes.

En ese tenor el jurista italiano Enrico Ferri planteaba que aplicando el derecho penal, generalizando el respeto a la ley y limitando el poder del Estado se reconoce las garantías individuales.

Simple y lógicamente lo que se está diciendo, estrictamente para un país institucionalizado y sin sesgo mediático, es: cárcel para los ladrones, no vaca sagrada y protección para el niño J.

En ese orden se refiere el contemporáneo de Ferri, su compatriota Cesare Beccaria cuando abogaba por la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y evitar interpretaciones desviado por conceptos morales de los jueces.

Y así con un caminar lento, como un niño enfermo, se dirige J. con toda su inocencia por el derrotero señalado por Durkheim cuando consideró: “la influencia del medio como el verdadero caldo de cultivo de la criminalidad”.

Pero antes de partir dijo: “Señor botó la basura” y se despidió con su pancito en la mano talvez para compartirlo con su hermanita, porque éste al igual que miles y miles de niños y ancianos marginados no conocen la materialización de la hipótesis: “hacer lo que nunca se hecho”.

El Nacional

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