Nadie más que el presidente de la Junta Central Electoral (JCE), Roberto Rosario Márquez, se ha ocupado de tejerse sus propias redes. Mientras la discusión se centraba en la habilitación del conteo manual, además del electrónico, un día antes de las votaciones se destapó con una denuncia que no ha podido sustentar: la renuncia de tres mil técnicos y funcionarios de colegios de votación. Hoy no hace más que recular, sumergiéndose en el silencio o evadiendo el tema, cada vez que lo emplazan a que aclare un caso que compromete su credibilidad.
Tras sustituir al pleno y exhibiendo una autonomía que contrasta con el carácter de la JCE, Rosario huyó hacia adelante en torno a otra denuncia que ha rebotado sobre sus funciones. Se trata del supuesto plan que atribuyó a la oposición para “hacer colapsar” las votaciones. Ni siquiera el oficialismo, que tiene más razones para defender su victoria en las urnas, se ha mostrado tan beligerante acerca de los resultados del proceso.
Con su actitud el presidente de la JCE ha dado margen a que simples errores, como la asignación de más votos a un candidato que los votantes de un colegio, se interpreten como indicios de un fraude para violentar la voluntad popular.
Se pueden citar muchos otros casos, entre los que están las fallas de un 24% de los equipos electrónicos después que había garantizado que con los aparatos no había ningún problema y estigmatizar a la oposición por sus reclamos de que también se empleara el escrutinio manual. Con el protagonismo que ha exhibido Rosario ha contribuido a que la oposición magnifique las irregularidades, así como a atizar las diferencias entre los miembros del tribunal.
Los descuadres que se citan podrían haberse cotejado sin mayores conflictos de no ser por la actitud desafiante que antes, durante y después de las votaciones ha asumido Rosario. Esa conducta, que solo él puede explicar, ha sido un aporte para unira una oposición que no midió sus posibilidades, pero que ahora, además de derrotada, se ha sentido humillada. Y todavía sepa que lleva todas las de perder está dispuesta a echar el pleito, aprovechando todos los escenarios.
Hay un principio según el cual lo que se deja al tiempo, al tiempo se olvida. Pero el caso de los técnicos y los funcionarios que según Rosario renunciaron el día antes de las votaciones es demasiado grave como para que no se aclare y se quede como otro capítulo de la realidad virtual.
Lo mismo hay que decir de la acusación formulada contra la oposición en el sentido de que orquestó una trama para sabotear las elecciones. A pesar de sus extensos poderes, el presidente de la JCE tendrá que aclarar, sin la menor pizca de duda, ambos hechos, siquiera por la transparencia del proceso.