Opinión Editorial

Ruleta rusa

Ruleta rusa

Ucrania conmemoró ayer los mil días del inicio de la invasión rusa con el lanzamiento de misiles de largo alcance de fabricación estadounidense sobre territorio ruso, lo que motivó la emisión de un decreto del presidente Vladimir Putin que amplía el abanico de posibilidades de emplear armas nucleares contra Kiev.

La doctrina nuclear de Rusia ha sido modificada para que, además de contemplar un ataque nuclear en caso de que su integridad territorial esté en peligro, sea también en respuesta a una agresión convencional que amenace la existencia del Estado.

El presidente Joe Biden autorizó a Ucrania utilizar misiles de alta tecnología del tipo ATACMS contra objetivos en suelo ruso, un esperado permiso que el ejército ucraniano no tardó en ejecutar en ataques contra la región rusa de Briansk, después de lo cual el Kremlin afirma que Occidente procura una escalada de la guerra.

Aun cuando Biden es el inquilino de la Casa Blanca hasta el 20 de enero, es difícil entender que una decisión de esa magnitud, de autorizar a Ucrania el uso de esos misiles de largo alcance contra el territorio de Rusia, no haya sido previamente informada al presidente electo Donald Trump.

Es posible que la revocación de Washington al veto de involucrar ese tipo de armamento en la guerra ruso-ucraniana tenga como objetivo ayudar a Kiev a mejorar su posición político-militar frente a Rusia a la espera de la apertura de negociaciones de paz adelantadas por el presidente Trump.

El escenario de esa guerra se complica aun más con la advertencia formulada al presidente Trump por Alemania, Francia, España, Polonia y el Reino Unido, de no negociar unilateralmente con Rusia el futuro de Ucrania, al tiempo de reiterar el compromiso de mantener su apoyo a Kiev en el plano político y militar.

No tendría los mismos efectos el fallecimiento de miles de civiles en operaciones del ejército de Israel en la Franja de Gaza o el Líbano, que lo que ocurriría si un misil de largo alcance, fabricado en Estados Unidos, impacta sobre un asentamiento en la Federación Rusa, la nación con mayor número de ojivas nucleares.

Ucrania es el teatro de una guerra ajena que ya supera los mil días, en la cual las grandes potencias juegan a la ruleta rusa en la creencia de que el percutor nunca coincidirá con la cápsula atómica, ni que tanto combustible sobre fuego llegará a incendiar la pradera, pero la historia enseña que por ese camino se llega al precipicio.

El Nacional

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