Cuando Napoleón Bonaparte vio fracasada su estrategia épica de conquistar a Rusia, al ver que los rusos redujeron a cenizas cuatro quintos de Moscú negándole todo alimento a las tropas, exclamó: iQué pueblo!; iQué resolución, estos bárbaros! (Orden Mundial, H. Kissinger, 2da edición).
A la caída de la URSS, Occidente entendía que tenía que ayudar a Rusia -y se hizo- a organizar su economía, preservar sus científicos y que su población fuera próspera; fue incluida en el G-7, (G-8), pero apareció la sombra del dictador para devolver su poderío, impedir que se saquee su riqueza, que se le humille, y mucho menos que floreciere la democracia.
Y es que no hay casualidades en la historia; el poder de los dictadores no alcanza a crear vida donde no existen sus gérmenes, y Rusia ha sido modélica desde Pedro el Grande. En todo ese largo período ha impactado lo autocrático en un grado sin precedentes en la historia de Rusia que no está organizada para ser una democracia como las europeas, y es a lo que Putin le teme y no a la OTAN. De ahí sus falsedades, y los “pueblos hermanos”, las ex-repúblicas que se declararon independientes no se le interpreta como pueblos amigos, sino vecinos sometidos.
Putin ha tomado el camino zarista: hacer crecer oligarcas opulentos a su lado y asesinar adversarios (Klebinicov, Markelov, Yushenkov, Politkouskaya, Esterinova, Litvinenko, Nersov, Magnitsky, Bazurova, entre otros), periodistas, abogados, ex-espías del KGB. Hubo que expulsarlo del G-8, pero Europa, por el gas y el petróleo le toleró sus guerras de exterminio en Siria y Chechenia, mientras USA distraído en sus guerras con Al Qaeda (musulmanes terroristas también) no midieron que con Rusia hay que tener una visión militarista para disuadirla.
Ahora nos ha legado el mayor genocida del siglo. El pueblo ruso sigue atrapado en la trama del dictador, en una trama cuyo hilo conductor es la destrucción de Ucrania y que los rusos crean que no es una guerra de ambición sino de supervivencia. Rusia es “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma” (W. Churchill).