Cuando Sergio Andrés Monroy Hernández habla de trading, no lo hace desde la euforia ni desde la narrativa del éxito instantáneo. Prefiere detenerse en los detalles que suelen pasar desapercibidos: los días improductivos, los cambios bruscos en el mercado, la necesidad de ajustar expectativas y el peso que tiene la paciencia cuando las condiciones no acompañan.
Después de años siguiendo gráficos, registrando operaciones y viendo cómo se comportan distintos perfiles de operadores, ha ido reuniendo un conjunto de aprendizajes que, aunque parecen simples, rara vez se aplican con rigor.
Una de sus primeras conclusiones es que la mayoría de personas llega al trading con una idea equivocada del tiempo. Muchos esperan resultados inmediatos, aun cuando nunca han trabajado con estadísticas o probabilidades.
Monroy explica que este desfase entre expectativas y realidad es lo que termina generando frustración. Él mismo ha visto cómo usuarios que comienzan motivados pierden interés al primer tropiezo, no porque carezcan de habilidad, sino porque no entienden que los avances suelen ser lentos y acumulativos.
Otro aprendizaje relevante tiene que ver con la interpretación del mercado. Para él, la información no falta; lo que escasea es la capacidad de filtrar. En redes circulan análisis, predicciones, señales y opiniones que se contradicen entre sí, creando un entorno ruidoso.
Monroy sostiene que un operador que aprende a diferenciar lo relevante de lo accesorio ya tiene una ventaja. “La mayoría se complica buscando confirmaciones nuevas cuando debería profundizar en lo básico”, comenta en varias de sus intervenciones.
También señala que el mercado no recompensa la improvisación. En sus primeros años, muchos de los errores que vio —y que él mismo cometió— surgieron por entrar en operativas que no estaban alineadas con un plan. Ese tipo de decisiones apresuradas suele dominar entre quienes confían demasiado en su intuición o en la emoción del momento.
Con el tiempo, Monroy adoptó una postura más conservadora: pocas reglas, claras, y aplicadas siempre de la misma forma. Este enfoque, asegura, no elimina los errores, pero sí reduce el impacto de los impulsos.
En su registro personal, otro punto llamativo es que los movimientos extraordinarios no definen la trayectoria de un trader. Lo que pesa realmente es la consistencia. Lo ha visto en colegas que acumulan una buena racha para luego perderlo todo en una sola operación mal gestionada.
Por eso insiste tanto en la importancia de medir el riesgo antes de pensar en el potencial de ganancia. Para Monroy, esta es una de las lecciones que más cuesta aprender, sobre todo entre los operadores jóvenes que buscan resultados rápidos.
También ha concluido que la educación no solo complementa la experiencia; la sostiene. En su visión, quien aprende únicamente desde la práctica tarda más en identificar errores. La formación, ya sea formal o autodidacta, permite contextualizar movimientos y entender cómo influyen factores como tasas, datos económicos, liquidez o volatilidad.
En su caso, combinar teoría con observación constante le permitió desarrollar una lectura más ordenada del mercado, algo que recomienda a quienes apenas inician.
En estos años, Monroy ha visto cómo la presión por “estar al día” genera decisiones precipitadas. Algunos operadores sienten la necesidad de entrar en cada movimiento, como si perderse un rally o una operación ganadora significara quedarse atrás. Pero él sostiene que operar menos puede ser más eficiente.
No se trata de participar en todo, sino en lo que encaja con el propio sistema. Esta idea, que parece simple, es una de las más difíciles de aceptar cuando se opera frente a una pantalla que se mueve cada segundo.
Otra de sus observaciones importantes tiene que ver con la emocionalidad. Muchos operadores creen que pueden mantener la calma hasta que enfrentan su primera pérdida significativa. Ahí descubren que el verdadero desafío no es técnico, sino mental.
Monroy explica que a diferencia de otras actividades, operar exige convivir con la incertidumbre todos los días. Aprender a tolerarla sin tomar decisiones impulsivas es, según él, uno de los pilares para mantenerse a largo plazo.
Sobre las redes sociales, su conclusión es prudente. Reconoce que han democratizado el acceso, pero también han distorsionado la percepción del mercado. Para él, lo más valioso que puede ofrecer un creador es mostrar procesos y no solo resultados.
Esa ha sido una de las razones por las que su contenido ha llamado la atención: prefiere explicar errores, mostrar estadísticas y hablar de gestión antes que promover ideas irreales.
Con los años, Monroy también ha aprendido que muchos buscan validación externa incluso en actividades tan personales como operar. Esperan aprobación cuando ganan y explicaciones cuando pierden.
Considera que este hábito debilita la autonomía del operador, pues lo lleva a depender de lo que hace otro y no de su propio criterio. Construir un sistema propio, revisarlo y ajustarlo es parte del crecimiento, aunque tome más tiempo de lo esperado.
Al final, sus conclusiones no pretenden cerrar el tema ni ofrecer fórmulas. Son observaciones que ha reunido con el paso del tiempo, en jornadas de análisis, retrocesos, avances y lecturas constantes del mercado.
Su mirada no presenta el trading como un camino excepcional, sino como un trabajo que requiere repetición, orden y autoconocimiento. Para quienes lo siguen, ese enfoque menos ruidoso y más realista se ha convertido en una referencia clara dentro de un entorno lleno de mensajes contradictorios.

