Articulistas Opinión

Simón Bolívar

Simón Bolívar

Chiqui Vicioso

Aprendí a amar a Simón Bolívar cuando leí la biografía de Manuela Saenz: La Libertadora del Libertador, de Rumazzo. Recuerdo que encontré ese libro en el sótano del Teatro Teresa Carreño, en Caracas y lo compré sin entender las implicaciones que tendría en mi vida.

Desde entonces, como Neruda, sali a buscarla, hasta que leí el poema La Insepulta de Paita, de Neruda y allí descubrí que la habían enterrado en una fosa común para enfermos de peste, y nunca podría visitar su tumba.

Acabo de ver la serie de Netflix sobre Simón Bolívar y les confieso que me quedé sin aliento, con un llanto indetenible, quizás porque me di cuenta de que el tiempo no parece haber pasado y los latinoamericanos y caribeños seguimos tan empeñados en la división como siempre, que tal parece que no hemos aprendido nada de la Historia, ni la general ni la particular, y seguimos empeñados en guerritas sin sentido, mezquinas, mientras la vida se nos escapa de la mano.

Se nos están muriendo los indispensables, algunos a los que he visto permitirse llorar hace muy poco, y un sentimiento de soledad comienza a corroer los cimientos que han normado nuestra praxis, insignificante en términos de lo que significa la Patria, el desperdicio de la juventud, la pérdida gradual de la grandeza en todos los planos.

Se nos están muriendo los indispensables y vemos como la generación de reemplazo prácticamente no ha aprendido nada, y se embarca en pequeñas batallas que la minimiza ante los ojos de la población, porque un mensaje político no puede basarse en las virtudes o limitaciones de quien ostente el poder, en este caso Abinader, sino en todo lo que habrá que reconstruir para que este sea realmente un país y no un mercado de gente que habla en voz muy alta, se agrede por cualquier cosa, no saben lo que es respetar el silencio del otro, la paz ajena.

Que se animaliza con la “música” urbana, la droga, las pobres Tokishas.
Por eso no queremos ver a un Guido empeñado en atacar a nadie.

Ya tiene un gran capital con el enorme parecido con un dirigente político que fue muy amado, muy brillante, muy valiente, muy osado para su poca escolaridad, muy respetado. Ese, su padre: Moreno es su capital, y en esa memoria debe fundar lo que le va a proponer al país, como prototipo de lo que es el dominicano promedio.

A Abinader dejarlo tranquilo. El hace lo que puede dentro de lo que es su formación, cultura, su medio.
La gente decidirá como votara al margen de los ataques, y los ataques solo retratan y minimizan a quien los realiza.