Editorial Opinión

Tierra de nadie

Tierra de nadie

Haití es hoy tierra de nadie, o mejor dicho territorio controlado casi en su totalidad por bandas armadas vinculadas con el narcotráfico, sicariato, secuestros, violaciones y extorsión, que ahora estrenan traje de “revolucionarios” que luchan con las armas para “liberar” a su pueblo de la injusticia y la represión.

La coalición de pandillas ha desalojado a la policía haitiana del centro de Puerto Príncipe con ataques a comisarías y edificios de instituciones públicas, pero también liberó por la fuerza a más de tres mil delincuentes fugados de la principal cárcel y mantiene en asedio al aeropuerto y al Palacio Nacional.

En ese escenario de caos con contados periodos de tensa calma, la vida de los haitianos de a pie no vale nada porque se ha vuelto común que vándalos o policías asesinen a pueblerinos que nada tienen que ver con desórdenes o represión.

Ahora se sabe que las bandas armadas sirven a propósitos de sectores la oposición y empresariado que procuran asumir el poder por la fuerza sin pasar por un proceso electoral, por lo que la reclamada dimisión del primer ministro Ariel Henry desde el exilio, agravaría la situación de caos y anarquía.

El presidente Luis Abinader debería referirse hoy a la versión del periódico The Miami Herald, de que la diplomacia dominicana gestionaría en secreto el retorno de Henry a Haití, porque esa especulación encajaría con la propuesta de que el gobernante renuncie en Puerto Príncipe y no en Puerto Rico.

Gobierno, Estado, liderazgo político, empresariado y academias no parecen aun aquilatar la magnitud de la crisis haitiana, tan grave hoy que se pone en duda que la misión de Kenia, con mil tropas, pueda controlar a la coalición de tiene sobre las armas a más de cinco mil milicianos, y con la policía haitiana diezmada.

En Haití no hay Estado ni gobierno, la mayoría de hospitales, escuelas, oficinas públicas y negocios están cerrados u operan precariamente, por lo que ese territorio se ha convertido en una gran prisión de muerte, miseria y represión, donde los pandilleros fungen como carceleros.

El tema haitiano debería ser el epicentro del debate electoral en República Dominicana, porque del desenlace de esa crisis pende en gran medida el curso del destino nacional, más aun porque grandes países, con Estados Unidos a la cabeza, presionan para que el gobierno nacional introduzca sus narices en ese infierno.

El Nacional

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