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¡Tierra negra, tierra negra, marchanta!

¡Tierra  negra, tierra negra,  marchanta!

Vender y comprar cosas, cual sea su naturaleza, forma parte de la interacción de los seres humanos. Todo en nuestra sociedad tiene un precio, y esto es lo que hace importante a quien la quiere poseer.

Vendemos algo para comprar algo. Es la esencia de un sistema económico.

Vivimos, muchas veces para ese intercambio que “matamos” y nos dejamos “matar” por ello. Nunca estamos claros con nosotros mismos de lo que somos capaces por vender o comprar lo que nos importa, deseamos, soñamos.

Por las calles de los barrios y urbanizaciones de la capital hay una venta que llama mucho a la atención, sin contar las infinidades de cosas que se compran, todas ligadas a electrodomésticos, tecnologías, libros escolares, oro, plata, un día de estos se publicitará que se compra órganos humanos.

A la venta que me refiero es a la de tierra negra, en una guagüita o una carreta empujada por un caballo, casi, a veces, en vía de extinción por el maltrato.

“¡Tierra negra! ¡Tierra negra, marchanta!”, a viva voz o con un altoparlante, con la voz grabada, entre una bachata contemporánea o clásica, eso va a depender del gusto del vendedor.

“¡Tierra negra!”. Se oye al vendedor ofertar, con la seriedad del producto, ¿es la tierra un producto o un resultado? Reconozco mi limitación para su clasificación, pero los oigo, son un número indefinido de vendedores ofertando. Vendedores por doquier significa que el negocio es redondo.

Mi pregunta es, ¿de dónde sacan tanta tierra negra, si es que es negra, o la tiñe a la mala? No sé porqué me recuerda a la famosa yuca mocana, que tiene fama, cosa que no pasa con los mocanos, estos no se ablandan con una mirada, está demostrado. Yuca mocana, garantía de yuca que se ablanda con solo el agua tibia y tiene buen sabor.

“¡Tierra negra!”Los ecos de la voz del vendedor inundan las calles del sector, vendida por lata. Nunca me he acercado para preguntar a cuál es su precio. Es tierra utilizada con fines de abonar flores o matas, no jardín, pues es una palabra mayor.

Casi siempre el vendedor está acompañado de un niño, que generalmente es hijo del dueño de la tierra. No sé hasta dónde se puede decir que es dueño de la tierra que carga, puesto que no tiene certificado de título y debería tenerlo.

También es vendida en una carreta conducida por dos jovencitos, la cual es arrastrada por un caballo al que hay que tener más pena que a los mismos jóvenes. El caballo no sabe la que va a pagar cuando se les ve arrastrando una carreta por las calles de la ciudad de Santo Domingo.

“¡Tierra negra!”. Lo que me extraña es que nunca veo grupos de mujeres comprándola.

La mujer que compra tierra negra tiene otro perfil. Es decir, dispone de un par de cientos de pesos para la compra y después abonar una que otra mata, para que crezca saludable.

Se necesita de cierta sensibilidad para con la naturaleza.

Lo digo porque vi un vídeo por la red como se prepara la yuca mocana, como la vuelven de Moca con un procedimiento ingenioso de teñir la tierra y regársela a la yuca, que no importa de dónde provenga, es de origen dominicano. Todo un proceso de alquimia mayor de transmutar…un metal menos noble en otro más más noble: de cobre a oro, para decir algo.

En tanto sigo viendo y escuchando con voz cálida, caribeña y melódica, digna de nuestros orígenes indígenas, africanos u otros: “¡Tierra negra! ¡Tierra negra, Marchanta!”.

La “tierra negra” ofertada puede que no sea negra, pero su venta es otra forma de ganarse el pan.

La venta sin ponderaciones de calidad, ya se sabe que es negra, que es donde radica su excelencia y calidad en nutrientes especiales para que las plantas crezcan saludables y hermosas a la vista y después cortarla para entender que la belleza también tiene fines trágicos, que no solamente es la de los feos.

Quien compra la “tierra negra” tiene cierto amor por la naturaleza, porque con ella abona sus plantas.

Cualquier día de estos me compro una mata para sembrar un arbusto que se llama Esperanza, a ver si hermosea mi espacio.

“¡Tierra negra, marchanta!”. ¡Ah, el ingenio dominicano!.

Que conste, no es fácil pensar en traer un camión de tierra negra de la gloriosa Moca para la venta en el Distrito Nacional o el Gran Santo Domingo, sin olvidar que la yuca cuando se desentierra se trae consigo una gran cantidad de tierra adherida a la raíz, pues la yuca es una raíz, con el perdón de los que ya lo saben.

El autor es escritor.

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