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Traficantes de sueños

Traficantes de sueños

José Antonio Torres

Las democracias prometen representar los intereses de los ciudadanos ya que las elecciones permiten echar a los malos gobiernos. Ahora bien, que un gobierno sea malo o bueno, dependerá en grande de la capacidad de sus mercadólogos para «venderlo» a la sociedad, Ahí entra el valor de la información.
De modo que las democracias reflejarán las preferencias de los ciudadanos si estos pueden elegir sin presiones entre opciones políticas distintas. Sin embargo, muchos en nuestro país piensan que los partidos son esencialmente iguales., debido a las frustraciones que deja en la población cada proceso electoral.

Ese es el resultado de las promesas incumplidas, aunque hay que dejar claro que no es lo mismo prometer que proponer. Una promesa política no es estrictamente una propuesta programática convencional. La promesa electoral está siempre ligada a un compromiso adicional del candidato o candidata, que busca tener un efecto sorpresa o revulsivo sobre el electorado, a través de una agenda mediática.

La promesa tiene algo de sello personal, intransferible y de categoría moral. Y adquiere solemnidad de obligado cumplimiento al empeñar el candidato su palabra.

Famosa es la anáfora que usó Adolfo Suárez en 1977, cuando era candidato a la presidencia del Gobierno de España. “Puedo prometer y prometo”, dijo durante un discurso televisado, en el contexto de las elecciones generales que se iban a celebrar. Esta frase conectaba dos ideas: la capacidad de llevar a cabo (puedo prometer) y el compromiso de ponerla en práctica (prometo).

Y, a pesar de que la fórmula utilizada fue objeto de burla y sátira, a posteriori, se consideró un elemento clave en su victoria electoral.

Pero los políticos deben tener en cuenta que tras las promesas, viene la responsabilidad de cumplir con lo enunciado, de asumir los retos asociados y afrontar las dificultades que puedan surgir a fin de lograr el objetivo marcado.
Cuando se rompe ese compromiso vinculante entre lo prometido y lo realizado, los electores castigan con severidad, por lo que siempre será peor romper una promesa que incumplir con el programa.