El TSE ha conformado una jurisprudencia que ha definido situaciones; trazado pautas; interpretado textos constitucionales y legales. Compendio decisorio que constituye un marco referencial de consulta en el ejercicio de la actividad política partidaria, imprescindible para postular, con mayor probabilidad de triunfar, en la jurisdicción electoral.
Como es fácil colegir, un órgano con esas atribuciones; una entidad con esa carga de responsabilidad; una institución de esa dimensión, resulta decisiva para las aspiraciones de consolidar nuestro sistema democrático y, en consecuencia, revertir el declive que ha experimentado en los últimos años dicho sistema.
En ese contexto, debe crearse conciencia de la necesidad de preservar la integridad de los órganos electorales y asegurar su autonomía desde su diseño en la legislación, sobre todo ante las dificultades presupuestarias que en la práctica pueden incidir en el desempeño de sus funciones e independencia.
Señalar que, asumiendo los tribunales electorales un papel fundamental en el fortalecimiento democrático, en la actualidad se llevan a cabo acciones que buscan socavarlos. Deben tomarse medidas para evitar que algo así ocurra en República Dominicana.
Soy una voz parcializada para referirme al actual Pleno del TSE. No solo por pertenecer a él, sino porque defiendo sin vacilación, lo que ha sido su accionar hasta ahora.
Pese a mi confesada falta de objetividad afirmo que, en la actual gestión de la Alta Corte, hay una férrea voluntad de hacer las cosas bien. Existe conciencia de nuestro deber de asumir los compromisos históricos que, como funcionarios electorales, nos corresponden.
Conocemos la magnitud de la trascendencia de nuestro papel. De la relación indisoluble que existe entre nuestras funciones y las posibilidades de alcanzar una convivencia civilizada entre los actores políticos de la nación.
Recibimos un organismo que, en sus últimos meses, estaba sumido en profunda crisis; con imagen pública deteriorada y con una funcionabilidad menguada. Sería injusto no reconocer que la situación de hoy es distinta. Un Pleno que, aun con las diferencias naturales que surgen entre personas diversas, funciona sin mayores contratiempos. Una percepción ciudadana que ha ido positivamente evolucionando, hasta equipararse y, en algunos casos superar, a entidades más antiguas; y un índice de transparencia que alcanza las cotas mayores.
Nada ni nadie nos apartará de nuestra misión. Aquella que se resume en el lema que, como institución, hemos asumido: “Tribunal Superior Electoral, el Tribunal de la Democracia”.