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Una crisis variopinta

Una crisis variopinta

Luis Pérez Casanova

La crisis que sacude a Perú, en la que como se ha tornado habitual en la región se ve más la supuesta influencia del imperialismo yanqui que la incapacidad de la clase política, comenzó a gestarse desde antes del frustrado autogolpe del destitutido presidente Pedro Castillo. Si se ha agravado ha sido por la incompetencia de la sustituta de Castillo en el cargo, la vicepresidenta Dina Boluarte, una abogada de 60 años de la misma orientación ideológica que su antecesor en el mando.

Boluarte, en lugar de recurrir a un acuerdo entre los muchos grupos que conforman la sociedad peruana, ha apelado a las fuerzas del orden para reprimir a manifestantes que piden su renuncia y elecciones anticipadas. No es que no sea una presidenta tan legítima como lo fue Castillo, sino que las circunstancias obligan a la negociación para evitar más derramamiento de sangre y retomar el sendero de la estabilidad política y social. Con un elevado porcentaje de indígenas, pero también de otras etnias, lacrisis es variopinta. Perú, con 32 millones de habitantes en alrededor de un millón 200 mil kilómetros cuadrados se ha convertido en una sociedad moderna.

Por falta de liderazgo e incapacidad para negociar Castillo se buscó su destitución y sumió en la desesperanza a los grupos indígenas y populares que hoy claman en vano por su restitución. Antes de juramentarse entró en conflicto con su partido, Acción Popular, dirigido por el médico marxista Vladimir Cerrón, tras decidir preservar el gabinete conómico y otras medidas de los anteriores gobernantes para garantizar la estabilidad macroeconómica y enviar un mensaje a los mercados. Ya antes había surgido cierto dejo de malestar por la nominación de Boluarte como compañera de fórmula, dado que había sido expulsada del partido acusada de alta traición.

Antes de aprobar la destitución por “vacancia por incapacidad moral” el Parlamento había fracasado en dos ocasiones en reunir las dos terceras partes (87 de los 130 miembros) para apartar a Castillo del mando. De los presentes en la sesión 102 lo hicieron a favor y solo 6 en contra, pese a que el mandatario había llegado con 14 miembros propios y otros 23 aliados. Apenas hubo tres abstenciones. A pesar de que la derecha solo contaba con una mayoría mecánica de 68 miembros, los aliados del antiguo maestro aportaron los votos que se necesitaron para la destitución.

Si la derecha, que alienta las protestas para que se adelanten las elecciones, ha ganado la batalla para convertir a Keiko Fujimori en la próxima mandataria ha sido en gran medida por la incapacidad de una izquierda que ahora culpa a otros de una crisis provocada por su respaldo a los grupos oligárquicos.