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Debo aclarar, sin embargo, que como en publicidad todo es posible -la publicidad es un sistema apoyado en la investigación, la creatividad, y una multiplicidad de recursos subjetivos que convergen en la heurística-, sí se podría a través de recursos aleatorios y adecuando gustos y preferencias en los públicos destinatarios, así como inyectando en la producción nociones culturales norteamericanas.
Pero, ¿por qué apunto todo esto? Pues, sencillamente, por algo bien simple: por el libro, «Mis mejores 100 artículos de publicidad y mercadeo», que Freddy Ortiz (1947-) lanzó al mercado dominicano en 2004, y fue su segunda publicación editorial sobre esta materia.
Yo me siento con cierta autoridad para hablar sobre Freddy Ortiz, porque cuando entró a laborar en el mercado publicitario en el año 1967, en la primera de las dos agencias publicitarias fundadas por Bernardo Boanerges Bergés Peña, le serví de guía y descubrí en él tres virtudes que resultan vitales para los que comienzan a trabajar en este campo tan holístico y difícil: vi en él, coraje, tesón y disciplina, unas virtudes que podrían traducirse o sintetizarse -más allá de su utilidad-, como normas que, convertidas en identidad ontológica, sirven para cimentar esa sustancia que impide y obstaculiza al creativo publicitario caer en los plagios, autoengaños y arrogancias que tanto abundan en este negocio.
Algo que me impresionó de Freddy, fue su decisión de mantenerse aprendiendo y escarbando los avances tecnológicos que penetraban la mercadotecnia y las cambiantes preferencias del consumidor en esos días. Como Freddy sabía de mis compras mensuales de libros relacionados con la publicística, la mercadotecnia y la creatividad, no tuvo temor en solicitarme aquellos que favorecían su aprendizaje; y en pocos meses se convirtió en un creativo que fue solicitado por varias agencias. Recuerdo, que cuando impartí mi primer curso de publicidad en 1968, Freddy fue el primero en inscribirse, siendo seguido por un nutrido grupo que integraban, entre otros, Ángel (Macho) Miolán, Luis Miguel Gerardino, René Fiallo, Bernardo Bergés y Alfonso Conde.
En «Mis mejores 100 artículos de publicidad y mercadeo», Freddy Ortiz utiliza abundantemente el análogo, esa figura fundamental utilizada por Hegel (1807) para estudiar la historia y que luego Lenin la rescató para facilitar la aplicación del materialismo dialéctico como un instrumento teórico capaz de aglutinar lo político en lo ideológico.
Freddy utiliza el análogo para trazar, comparar y situar los equivalentes y errores que han matizado la reciente cronología histórica de la publicidad y el mercadeo implementados en nuestro país; casi todos taponados, primero en la pluriesfera de un mercado sin prototipos industriales y ritualizado en la imitación; y luego entrampados en la globalización. Ortiz, en los artículos seleccionados en el libro, alerta a los sectores publicitarios y mercadotécnicos sobre estos errores y trampas, advirtiendo del daño que podría acarrearnos al convertir la imitación y el plagio en un modo de hacer, de producir; y alejándonos de estrategias creativas fieles a nuestra idiosincrasia, a ese “Uno que somos todos”.