Todos los superniños se habían reunido con urgencia: la galaxia vecina necesitaba que eligieran al mejor para enviarlo a luchar contra los malos. Pero estaba resultando difícil.
– Para acabar con los malos hay que verlos a través de las paredes, y pillarles en ese momento- decían los niños con supervisión.
– Nada de eso. Solo yendo rápido se puede conseguir que los malos no escapen – respondían los que tenían supervelocidad.
– Siempre escapan volando. Sin volar no se puede ser el mejor súper – decían los que volaban.
– Nada de eso sirve sin fuerza- respondían los superforzudos.
… y así siguió la discusión por mucho tiempo. Hasta que apareció el niño supersabio acompañado por otro niño muy normalito. Era pequeño, delgaducho, y además no llevaba ningún traje especial.
– Este superniño resolverá el problema – dijo muy seguro.
– ¿Sí? Eso no hay quien se lo crea ¿Qué poderes tiene? ¿Es fuerte? ¿Es rápido? ¿Tiene armas secretas? ¿Pero cómo va a luchar contra los malos? – preguntaban un poco enfadados.
– Pues no sé qué hace – respondió supersabio- pero funciona.
Todos protestaron, pensando que era una broma, y la discusión prosiguió entre gritos.
Pero algún extraño poder debía tener aquel niño. Porque unas horas más tarde los superniños ya no discutían y celebraban entre aplausos que se habían puesto de acuerdo para enviar al niño a la galaxia vecina.
En la galaxia vecina lo recibieron extrañados: nunca habían visto un superniño con tan pocos poderes. Además, se pasó semanas sin atrapar un solo malo. Entonces decidieron expulsarlo, pero acudió tanta gente a despedirlo que los jefes pensaron que algo raro pasaba. Llamaron a las cárceles, donde les contaron que estaban casi vacías. La policía explicó que casi no había delitos, y por eso no había detenciones.
El superpoder secreto había vuelto a funcionar. Quedaban tan pocos malvados, que la Liga de los Villanos Incorregibles secuestró al niño para averiguar de dónde salían sus poderes.
– Yo no tengo ningún poder- dijo el niño.- Solo intento que la gente esté mejor: ayudo cuanto puedo, comparto mis cosas, perdono rápido, sonrío siempre…
Mientras hablaba con los villanos estuvo haciendo malabares, repartiendo golosinas y abrazos, contando chistes, curando heridas, preparando la cena, ayudando aquí y allá… Los villanos se sentían tan a gusto con aquel niño que ninguno de ellos se acordó de salir a hacer el mal… Pronto todos empezaron a comprender en qué consistía el increíble superpoder de aquel niño tan normalito.
Y así siguió el niño: cambiando el mundo sin atrapar ningún malvado. Le bastaba con ayudarlos a sentirse mejor para que dejaran de querer ser malos. Su secreto funcionaba tan bien que los demás superniños terminaron olvidándose de sus otros poderes para aprender a usar ese nuevo poder tan especial.
Por eso los niños ya no tenían superpoderes ¿Qué falta les hacen, si tienen el más valioso de todos? Ustedes pueden alegrar el día a cualquiera.
Eso sí. No dejen de usarlo ¡La galaxia los necesita!