Opinión

Lambonismo post-moderno

Lambonismo post-moderno

El lambonismo primitivo fue el que acompañó a caudillos de las montoneras. El moderno lo instituyó la tiranía trujillista y lo heredó el balaguerismo. El leonelismo le dio un toque post-moderno y digital. Hipólito lo retrotrajo al concho-primismo. Y el danilismo lo volvió a post-modernizar con la impronta mercadológica del convicto João Santana.

Así, la mutación de la subcultura de la abyección, retocada con barniz monárquico, ha transitado por modernas y post-modernas modalidades de fertilización, contaminando formaciones políticas, instituciones del Estado, eclesiales, empresariales y a la “sociedad civil” encopetada; contaminando a sectores sometidos/as a mezquinas formas de subordinación social impuesta por profundas desigualdades en el ejercicio de poderes, vestimentas, conocimientos, propiedades y medios de vida.

Don, Doña, Patrón, Jefe, Superior, Príncipe, Reyna…se escucha decir abundantemente de abajo hacia arriba en esta sociedad de clases, plagada de opresiones políticas, exclusiones y discriminaciones. Sí, mi general, sí, Señor…a sus órdenes Señor…Su excelencia, su excelencia reverendísima, excelentísimos, honorables, superministros (aunque sean un ladrones), súper-alcaldes (aunque sea un “lavanderos”), Primera Dama…

La foto del presidente de la república en todas las oficinas públicas. Todo lo bueno se debe a sus “sabias orientaciones”…Diplomas, medallas, títulos, premios y condecoraciones cualquierizadas y/o prostituidas. “Saco” y corbata como “uniforme” de la superioridad.

Parafrenaria súper-potenciada cuando los presidentes optan por la reelección. Las viejas: “La señal del Líder”, “El Destino”, el “único que conceptualiza”, “lo que diga…”, “llegó Papá”, son reemplazadas por la nuevas; otras reencarnan… como “llegó mamá”, llámense Margarita o Carolina.

Con Danilo Medina se repite el modelo “histórico” con sus propias loas: “gran estratega”, “insigne estadista”, “visionario”, “siempre con la gente”, “redentor de los pobres”, “defensor de la patria amenazada”, “sin rival para debatir ideas”, portador de la “magia” de ser “bien aceptado por un pueblo inconforme”, “merecedor de seguir gobernando para conquistar la gloria”.

Vale entonces fabricar cuchumil “alianzas culturales” lambisconas al ritmo de “me guta, me guta, me guta… Danilo, me gusta”.

Así, un “monarca” reemplaza al otro, con nuevos y viejos cortesanos; manipulando a favor un avasallante patrimonio público y una alienada clientela; desplegando, además, una vocación suprema de nepotismo sucesoral, que arrastra esposas, hijos/as y familiares cercanos (propios o de facciones mancornadas); mientras otro “contrincante” aspira a lo mismo.

El Nacional

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