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50 años del Big Bang revoluciona la visión del cosmos

50 años  del Big Bang  revoluciona la visión del cosmos

Alicia Rivera

elpais.com

Hay veces que el descubrimiento científico llega por donde menos se espera. En el caso de Arno Penzias y Robert Wilson ni siquiera sabían lo que tenían en sus datos hasta que les hablaron de especulaciones que venían haciendo los físicos teóricos sobre los primeros tiempos del universo.

Resultó que su hallazgo y aquellas hipótesis coincidían tanto que la entonces incipiente teoría del Big Bang convenció en el mundo científico, al tiempo que revolucionó la visión cosmológica de la humanidad. El universo, en el siglo XX, dejó de ser estático (para casi todos) e inmutable, para adquirir una historia, una evolución y un principio.

Fue hace 50 años y los hechos de aquella primavera del descubrimiento de Penzias y Wilson de la radiación de fondo de microondas, a veces llamada el eco del Big Bang, siguen siendo fascinantes. Un avance: la Institución Smithsonian recordaba hace unos días “cómo dos palomas ayudaron a los científicos a confirmar la teoría del Big Bang”.

“Empezamos buscando un halo alrededor de la Vía Láctea y encontramos otra cosa”, recuerda Wilson. “Cuando un experimento va mal, normalmente, es lo mejor; lo que vimos fue mucho más importante que lo que estábamos buscando: fue reaLmente el principio de la cosmología moderna”. En 1978, recibió, con Penzias, el Nobel de Física.

Entre los científicos interesados en el cosmos la efervescencia venía desde el descubrimiento de Edwin Hubble, en 1929, de que las galaxias en el universo están alejándose unas de otras y, cuanto más lejanas, mayor es su velocidad de recesión. Entonces, si uno da marcha atrás a la secuencia haciendo que las galaxias se acerquen unas a otras, llegaría un momento en que todo el universo estaría concentrado en un punto de máxima densidad y temperatura a partir del cual, poniendo de nuevo la película en modo avance, tendríamos el cosmos en expansión que los astrónomos observaban.

Curiosamente fue una ridiculización de la idea en sí misma por parte de Fred Hoyle, que nunca estuvo de acuerdo con ella, la que dio con el nombre de Big Bang, la gran explosión inicial.

Varios físicos teóricos habían estado explorando cómo y cuándo se habrían formado los elementos en ese cosmos superdenso inicial, y sus cálculos coincidían dato de observaciones. En 1963, estos dos radioastrónomos se disponían a preparar una antena de comunicaciones de los laboratorios Bell para investigar el cielo.

Tenían que calibrar los equipos para poder restar la radiación terrestre y galáctica, así como el ruido de la propia antena, de las observaciones científicas que hicieran.

Pero enseguida surgió “el problema”, recordaba Wilson la semana pasada en el aniversario del descubrimiento celebrado en el Centro Harvard Smithsonian de Astrofísica. El problema era un ruido de fondo imprevisto, por heces de palomas. Pasaron la primavera y el verano de 1964 en estos trabajos sin llegar a poder explicar el origen de esa radiación de microondas que parecía envolverlo todo y que tenía una temperatura equivalente a unos 3,5 grados por encima del cero absoluto.

Una conversación con un colega les dio una pista: un grupo de físicos teóricos de la Universidad de Princeton trabajaban sobre la hipótesis de que la radiación de aquel universo primitivo súper concentrado y caliente se habría enfriado por la expansión del universo y sería ahora equivalente a pocos grados por encima del cero absoluto. El hallazgo, que confirmó la idea de la gran explosión, se publicó en 1965. “El descubrimiento de Penzias y Wilson supuso un antes y un después para la teoría del Big Bang.

El Nacional

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