Opinión Articulistas

Acoso sexual en noviembre

Acoso sexual en noviembre

Susi Pola

El martes pasado, la prensa internacional mostraba el acoso sexual ejercido por un hombre en estado de embriaguez a la presidenta de México que se encaminaba a una reunión nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior en las instalaciones de la Secretaría de Educación Pública, a pie por ser cerca del Palacio Presidencial.

Presentando su denuncia querella por escrito a la Fiscalía de Justicia de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum expresaba: “Si estos le hacen a una presidenta, ¿qué va a pasar con todas las jóvenes?”. Animando a las mujeres de su país que sufran algún tipo de acoso a denunciarlo y no dejarlo pasar y recordando cómo, cuando tenía 12 años sufrió acoso en el transporte público.

Siendo reconocido el acoso sexual como una violencia contra las mujeres, es una manifestación más de las desigualdades de poder de género que, hay que aclarar, están arraigadas profundamente al legado de las estructuras coloniales implantadas y funcionando hasta el día de hoy.

Es un acto que va más allá de las relaciones de poder entre hombres y mujeres e incorpora las intersecciones de género, raza, clase y sexualidad y atenta contra la dignidad y los derechos fundamentales de las personas, especialmente de las mujeres, en este caso, con una establecida en el poder.

Sin embargo, ocurre con todas las mujeres y las niñas, ubicadas en la interacción de diferentes factores sociales, como la etnia, la clase social, la orientación sexual, que se cruzan creando experiencias únicas y generalmente, añadiendo la discriminación y privilegio, entrelazados para generar grandes desigualdades.
En nuestro país, la cantidad de casos de delitos sexuales referidos en cifras institucionales, son muchos. La Procuraduría General de la República, reporta en su registro que, de enero a abril de este año, de los casi 22 mil casos de Delitos Sexuales ocurridos, 271 fueron acoso sexual.

Una mujer y una niña negras enfrentarán la superposición de la racialidad discriminadora y el género, diferente a una mujer blanca europea, hispana, etc., añadiendo muchas diversidades más y situaciones sociales que interactúan, precisamente, impuestas desde ese patrón de poder reciclado del colonialismo que se manifiesta en las sociedades actuales a través de jerarquías de dominación raciales, social y del conocimiento.

Lo sucedido a Claudia Sheinbaum, una mujer de poder muestra que, las prácticas de la masculinidad hegemónica impuesta y reconocida como un valor socio cultural, es una violencia basada en el género que hay desmontar analizando como nuestros pueblos han sido subalternalizados históricamente.