POR: Domingo Porfirio Rojas Nina
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Consiente de sus principios y la verdad, que es inmutable, el distinguido ciudadano, doctor Adriano Uribe Hijo, hace importantes revelaciones en su enjundioso libro ampliado “El Oncólogo y un Paciente”, el cual muchos debieran leer y que consta de 146 páginas.
Éste preclaro hijo de San Cristóbal, escribe con el corazón y las fulguraciones de su alma noble, una historia matizada de vivencias, sacrificios, médicos, religiosos, puntualizaciones y, sobre todo, vivencias que durante 17 años ha experimentado, con sangre, coraje dolor y sufrimientos, y su libro es mayestático.
Adriano, cita con fe en Dios el valor y excepcional entusiasmo, parecido a los antiguos romanos, y un accionar debatido en variantes circunstancias, cabalgando a veces entre el padecimiento silencioso, tormentos indescifrables, sacrificio audaz y el temple singular de su raza.
Centrando creencias en el divino maestro, pensamos que Adrianito, en los instantes despiadados de su existir, noches externas sin dormir y días y años infortunados, acrecentaron su pensamiento en las frases de Jaime Balmes: “Dios está esperando que te acuerdes de él, y al mismo tiempo lo llames, para poder darte aquello que tanto necesitas”.
Sustentamos que esfuerzo y querer facilitan el vencer, y Adrianito, revestido de fe, también puede enhestar las frases de Napoleón Bonaparte: “El valor no se falsifica, es una virtud que escapa a la hipocresía”.
Entre tantos temas y cosas interesantes, Adrianito explaya su lirica espontaneidad, señalando: “La alegría es la aroma que endulza el aire que se respira, es superior al placer y a la felicidad. La frontera entre lo agradable y lo penoso es la alegría”.
Entre tantas puntualizaciones y reflexiones que en su libro enmarca, Adrianito refiere:“El sufrimiento y la alegría son capaces de influenciar en la estructura molecular, haciéndola arrastrar hacia la desesperación y o hacia la esperanza y el bienestar”.
En un énfasis de diversidad, Adrianito señala: “Tengo el privilegio de una sagrada oportunidad y la voy aprovechar tratando de que haya armonía entre los obsequios de mi cadena de vida (experiencia) y mi conciencia, mi vida será una aventura emocionante. Todo lo que suceda de aquí en adelante, es ganancia premiosa”.
Adrianito agradece profundamente a Dios y sus brillantes médicos y a todos cuanto lo trataron y cuidaron en los caminos a seguir de su tratamiento, pronósticos y medicamentos y otros temas científicos que aplicaron durante 17 años de sufrimientos y esperanzas.
También, gratitud perenne a su familia y algunos amigos.
Adrianito: espejo del dolor, la esperanza y las contingencias humanas, ya puedes reír. Ya eres un nuevo mensajero de la fe, anochecer y amanecer de buena voluntad.