Hay tradiciones que no deben perderse nunca, como la de los arbolitos navideños en toda la ciudad.
A mi me encantaba el del Obelisco, un triunfo de la inocencia sobre la megalomanía fálica de Trujillo. Me encantaba como lo llenaban de luces, que se veian de lejos cuando llegaban los barcos, y el nacimiento.
Con lo que nunca estuve de acuerdo fue con la música. En una ciudad bombardeada por el mal gusto musical, que la pusieran de trasfondo me parecía una aberración.
Los niños y niñas poulares pueden encontrar espacios de paz y belleza en nacimientos donde el trasfondo sea Noche de paz, y donde por lo menos una vez a la semana los distintos coros infantiles de las iglesias, se presenten con un pequeño concierto de villancicos navideños.
Les aseguro que el malecón, abarrotado los fines de semana por la gente popular, se llenaria de familias con sus hijos visitando y escuchando musica navideña. Y esto va por Santo Domingo Este, donde esperabamos de un sindico musico un tributo a la música navideña y al color y alegría de estos días entristecidos por causas que no voy a narrar.
Lo mismo pasa con Santa Barbara, plaza popular que cedimos a las Fuerzas Armadas. Entrando a la Ciudad Vieja en esa plaza debería haber un gran árbol que de la bienvenida, y las Fuerzas Armadas tienen los recursos para ello, sino miren los ¡mil millones! de pesos que un asistente de general le acaba de devolver al fisco.
A todo lo largo del malecón, estrategicamente colocados, deberían haber arboles y para ello la Asociacion de Hoteleros podría hacer su aporte.
Otra perdida tradición fueron siempre los concursos barriales para embellecer y decorar sus calles con la Navidad. Nunca fueron tan hermosos los barrios y recuerdo haber visitado con mi madre los barrios de Santiago, donde el ganador era como una favela en preparacion para el carnaval en Brasil, un tributo a la fantasia y participacion comunal.
Porque la Navidad es algo mas que compras y cenas navideñas.
Es una recuperación de la infancia que nos llena de alegrías en estos tiempos de incertidumbres, guerras casi nucleares, frios súbitos, espacios para la generosidad que la tradicional tacañería de la clase media y alta disfraza con jabon “organico”, o cualquier disparate envuelto en grandes y decepcionantes fundas multicolores.
Ya el Convento tiene su nacimiento y la Catedral el suyo, de Prats Ventos, una belleza. Falta en el Parque Colon un árbol, y otros en los Parques Independencia, y Duarte.
Creo que no es mucho pedirle a Carolina que nos alegre la existencia. De Manuel ya dejamos de esperarlo, y Abel se juega la presidencia. ¡Veremos!