El asesinato de dos periodistas en Haití expone con caracteres dramáticos la crisis de seguridad en una nación en que la población ha comenzado a organizarse para enfrentar a los pandilleros. Hace unos días se dio del ajusticiamiento e incineración de los cadáveres de 14 presuntos pandilleros.
Los periodistas se juegan la vida para informar, como ocurrió con Dumesky Kersaint y Ricot Jean, mientras la población ha decidido hacer lo mismo para rechazar el asedio de los sediciosos. Cansada de esperar la intervención de la comunidad internacional, la gente ha optado por la justicia con sus manos.
A pesar de la asistencia de Estados Unidos y Canadá, la Policía haitiana no ha demostrado la suficiente capacidad para controlar a las pandillas, que ya operan en el 80% del territorio.
La crisis haitiana, tanto en materia de seguridad como alimenticia y sanitaria, no hace más que deteriorarse, ahora con más elementos perturbadores.
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La muerte de los periodistas en medio de la actual violencia es otro de los muchos llamados a la comunidad internacional para buscar la manera de restaurar el orden y la gobernabilidad en la nación.