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Calidad personal humano en el proceso de gestión

Calidad personal humano en el proceso de gestión

Por César Augusto Zapata |

“Era varón inaccesible al honor”: Historia universal de la infamia, de J .L. Borges.

Hoy, más que nunca, es perentoria la insurrección de los saberes frente al poder que ya se instala en ciertas esferas, aunque no denuncia en los discursos de la ciencia, sino que es usurpado por la infamia y la estulticia, legitimando la ocupación de ciertos espacios sociales por haber cumplido alguna tarea de afiliado. Y cuando esos espacios usurpados son de cierta especialización, el desastre toca a toda la sociedad.

Sorprenderé al lector al afirmar que no estoy del todo en contra de la práctica clientelar, puesto que ésta es ya una rémora que acompaña a la democracia y de la cual no se puede desligar. Incluso, en la propia semántica del poder, cumplir con los adláteres es una prerrogativa que contribuiría al Buen Gobierno. La paradoja es que el Buen Gobierno implica, entre otras cosas, atraer al sector público el talento humano como prioridad de los procesos de gestión. Lo que aquí propongo es una simple operación gerencial: el ejercicio de reclutamiento de los sujetos con las destrezas acordes al puesto, que permitan la ejecución de las políticas en educación, salud, cultura, etc.

¿Por qué no evaluar a los optantes de acuerdo a su hoja de vida para así cumplir con las demandas, al tiempo que con la eficiencia en el servicio público? ¿Podríamos aspirar a un análisis de puestos públicos para determinar los deberes y responsabilidades del mismo, así como las pericias del candidato al cargo?

El mal no está en la otorgación por oficio, sino en la ausencia de perfiles de aquellos que se colocan en la fila con historial de militante o trásfuga pero no cualificados y, en el peor de los casos, con epítome que riñe con la ética y la moral. Así, he denunciado en otro artículo a malandrines, analfabetas y todo tipo de baldón a la curul.

Cuando estos se replican en instituciones donde se espera rescatar valores y levantar símbolos culturales, entonces debemos alertar a los mandatarios en su lucha contra la descomposición. Cierto es que uno de los puntos luminosos de la actual gestión es la transparencia, empero, una de las formas de la ética está entroncada con el ejercicio del sujeto competente, en armonía con el perfil del cargo; y la violación a esa ética es también una forma sutil de descomposición (atención MAP). Por ello, urge incrementar el reclutamiento a nivel medio con las estrategias congruentes con los objetivos-país. Dejarlo al azar hace que se consignen luminarias de la administración pública al despacho de bellacos.

Una agenda de Desarrollo Sostenible solo se puede aplicar con las inteligencias pertinentes a tales metas. Sin el capital humano claramente identificado y colocado de manera estratégica en los puestos de mando, no será posible integrarnos de pleno derecho a dichas metas globales propuestas en Cumbres donde hemos sido signatarios.
Una de tales metas plantea una hermosa utopía: la erradicación de la pobreza. Si como decía Galeano, las utopías sirven para avanzar, entonces debemos visibilizar esos factores de desigualdad generadores de pobreza más allá de los índices materiales, para considerar variables tales como la brecha digital, la educación y la identidad. Todas son cuestión perentoria.

En nuestro país ha estado fuera de este debate la cultura. Salvo el encuentro hace décadas de los ministros de Cultura de los países ACP, realizado en la capital dominicana, no se ha tomado en serio el impacto de la gestión cultural en ámbitos educativos, identitarios y desalienantes. Es decir, soslayada la misión de un Ministerio de Cultura en la lucha contra la pobreza. Hemos escrito sobre la importancia de la gestión cultural y su impacto en el PIB. Escuchamos hablar sobre la economía naranja de manera muy somera y de paso, en el referido encuentro ACP. Sin embargo, el Ministerio no tiene aún una dirección que trabaje proyectos relacionados con la gestión de la industria cultural como elemento generador de recursos y autosostenibilidad.

En todos los estamentos podemos toparnos con técnicos subutilizados, también con “vencedores” en funciones, en fin, cronopios, famas, esperanzas y los muy peligrosos infames. Esto ralentiza el aprovechamiento de la inteligencia y capital humanos. Todo ello genera fantasías díscolas de “vencedores” que han alcanzado por canonjías posiciones jamás soñadas, y ahora nos ofrecen la pesadilla de que aspiran a seguir escalando allí donde no han mostrado ninguna competencia. Una gestión joven puede exhibir una plantilla de brillantes funcionarios, pero debe observar en el nivel medio a minusválidos y mediocres ensoberbecidos dibujando rastro sinuoso.

Cumplir con los compromisos de transparentar en la administración pública y gestionar la honestidad está bien, pero vamos a revisar los historiales de aliados, trepadores y advenedizos. Recuerden que estuvimos a punto de llevar a una curul al asesino de Mateo Aquino Febrillet. Y, como decía mi padre: el mal, atendido a tiempo tiene cura.
El autor es escritor.

El Nacional

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