Es lógico que el escándalo de Odebrecht haya captado la atención de la opinión pública. Pero a pesar de sus múltiples aristas y repercusiones no se trata del único caso con la suficiente envergadura como para causar preocupación en la sociedad. Otros, como el creciente incremento de la deuda del sector público no financiero, representan una campanada que en modo alguno se puede pasar por alto.
El Gobierno y sus voceros no les paran a la deuda, encontrando siempre la manera de justificar empréstitos cuya amortización en capital e intereses ronda el 50% del Presupuesto. Los especialistas sostienen que el problema del endeudamiento está en el destino que se le da a los recursos. Por aquí la realidad es que el curso de la práctica se ha tornado tan inquietante, que el país tenga que endeudarse para pagar deuda.
Desde 2012 hasta noviembre de 2016, la deuda del sector público no financiero se elevó de 19,463.3 millones de dólares a 26,558, representando un 37,1% del Producto Interno Bruto (PIB) y un incremento en tan solo cuatro años de 7,094.7 millones. Amén de obras de capital, el gasto corriente se cita como uno de los factores que más incidieron en la contratación de créditos externos.
Además de advertir sobre los efectos de la deuda, algunos especialistas llaman la atención sobre la repercusión que puede tener sobre la economía el panorama internacional. Específicamente la apreciación del dólar, el incremento de los tipos de interés en Estados Unidos, el repunte de los precios del petróleo y hasta la incertidumbre que se plantea con la gestión del impredecible pero proteccionista Donald Trump.
El Gobierno puede ufanarse de la estabilidad de la tasa de cambio y de la baja inflación. Los economistas más sensatos reconocen los logros. Pero no dejan de advertir sobre lo que definen como crecimiento excesivo de la deuda pública, lo que se torna más preocupante para el país frente a la apreciación registrada por el dólar estadounidense.
Pueden citarse muchos otros factores que además de la deuda conspiran contra la estabilidad de una economía como la dominicana. Pero, al menos por ahora, la deuda se erige como uno de sus principales desafíos. No todo, y es bueno que se tenga en cuenta, se reduce al escándalo sobre los supuestos sobornos pagados por Odebrecht. Si bien es verdad que se trata de un problema, ha de tomarse en cuenta que no es el único.