Nuestros jueces
Señor director:
Justamente para una época parecida a esta, en plena campaña, el ingeniero Hipólito Mejía Domínguez, para entonces candidato presidencial por el otrora Partido Revolucionario Dominicano (PRD) antes de su división, tuvo algunas metidas de patas.
Claro, fueron tantas que hasta su campaña se caracterizó por eso, y para muestra un botón. La primera es que las sirvientas de las casas son las que se roban las carnes de la nevera para llevárselas a sus amantes, lo que resultó muy decepcionante para ese voto femenino, a tal punto que en su mayoría votaron en su contra.
Hipólito fue a Cotuí, y allí le recordó a los productores que tenían pagos pendientes en el Gobierno, que le cobraran a “Leonelito”, porque él no iba a pagar deudas viejas dejadas. Tal parece que en este llamado no fue bien asesorado, debido a que estos obviamente no iban a votar por quien no les podía hacer esos pagos. Votaron por quien sí podía o estuviera en disposición de hacerlo.
Entre otros pronunciamientos más, el candidato de entonces, desbocado por demás, dijo que los jueces son unos pelafustanes, lo que sin dudas caló mucho en el ámbito profesional de la clase judicial del país, y en específico en aquellos y aquellas que están en el día a día ejerciendo como tales.
Sin embargo, el tiempo le ha dado la razón al ingeniero Hipólito Mejía, no porque los jueces sean pelafustanes, sino porque con el tiempo se ha demostrado que en vez de demostrarse que no son lo que decía el candidato, son hasta peores de ahí, claro, con honrosas excepciones.
Un pelafustán, dice el diccionario, es un holgazán, que no le gusta asumir responsabilidades, y si a eso vamos, nuestros jueces, en vez de hablar por sentencia, lo que han hecho es cobrar por sentencia y no poco, todo en desmedro del fortalecimiento de la justicia misma y del propio sistema democrático del país.
Don Hipólito fue presidente de la República, sabe y conoce muy bien cómo se maneja el engranaje de los principales poderes del Estado (Ejecutivo, Judicial y Congresual), por lo que a nuestro juicio, sabe a ciencia cierta lo que dijo y por qué lo dijo, sobre todo porque vivió muchos momentos difíciles en su gestión gubernamental.
Nuestros jueces recibieron su día (7 de enero) como malos anfitriones, incluso, su misa fue obstaculizada e interrumpida por una persona que ante las principales figuras de esta área, en todo el país, reclamaba la transparencia y sed que tiene nuestra sociedad de una justicia sana.
Atentamente,
Robinson Gálvez Lay