Opinión

Congiendolo suave

Congiendolo suave

Encuentro fallido
Laboré durante varios años de la década del sesenta como locutor radial, y en mi trajinar microfónico tuve un colega súper sentimental y romántico.
El hombre se enamoraba de algunas de las mujeres que lo llamaban por la vía telefónica para que las complaciera con determinadas piezas musicales.
Mi turno en la emisora donde laborábamos seguía al suyo, y un día me dijo que estaba enamorado de una radio oyente, a la que sin embargo no conocía personalmente.

Poniendo de manifiesto su exacerbado romanticismo me dijo que aquella damita de diecinueve años debía ser bella, para hacer juego con su hermosa voz.
Manifestó que ella se describió como de mediana estatura, figura esbelta, ojos claros y piernas gordas, añadiendo que nunca le faltaban pretendientes.
Algo que aumentaba los sueños románticos del colega era que su amada desconocida era amante de la literatura, y de cuando en cuando le recitaba poemas, o le citaba títulos de novelas de autores famosos que había leído.

El hombre del micrófono era también aficionado a las bellas artes, por lo que sus conversaciones telefónicas con la culta jovenzuela eran largas y entretenidas.

Un día en que llegué a la radiodifusora para agotar mi horario lo encontré con una nerviosidad que bordeaba el pánico, porque se encontraría un par de horas más tarde con la idealizada muchacha.

Debido a que era un hombre de elevada estatura, y los ejercicios con pesas le habían proporcionado una fuerte constitución física, estaba convencido de que le caería bien a su habitual interlocutora telefónica.

Al día siguiente era natural que me embargara la curiosidad por conocer cómo había discurrido un encuentro con posibilidades de convertirse en el inicio de una unión sentimental de pareja.

Pero al abordar a mi compañero de labor, quedé sorprendido por su mueca de fastidio, y por lo que escuché a continuación.

-Esa mentirosa no es de estatura mediana, sino de pequeñez casi enana, y sus ojos no llegan a bizcos, pero se aproximan; esa tipa se autocalifica de esbelta sólo por ser flaca, pero su cuerpo carece de curvas, y si bien sus piernas son gorditas, también son gambadas. Te diré que me limité a estrecharle la mano, y me despedí de inmediato, diciéndole que tenía que llevar a mi mamá al médico.
-¿Eso hiciste?- pregunté asombrado.

-Sí, señor- respondió de inmediato- pues preferí pasar por mal educado, antes que permanecer frente a una mujer tan huérfana de encanto.
La pena que sentí por aquella damisela me impidió siquiera esbozar una sonrisa.

El Nacional

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