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Convergencia

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Efraim Castillo

Aquel debate

En 1981, Publicitaria Extensa se asoció a la firma europea Unitrós y contrató al franco-italiano François Zillé como responsable de su creatividad. Una de las estrategias de Zillé consistió en provocar la publicidad del país, que buscaba dominicazar su discurso. La provocación de Zillé me encontró de frente y he aquí una de mis respuestas a sus frecuentes publicaciones de prensa, la cual titulé “La especificidad publicitaria y su adaptabilidad al entorno social”, y publiqué en uno de los diarios de circulación nacional (julio de 1981).
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En una apretada publicación de alrededor de tres mil palabras, François Zillé trata de teorizar sobre lo que, para él, es el marketing, la optimización de la inversión del anunciante, la creatividad, la relación publicidad-consumidor y la función social de la publicidad. Y es preciso que llame teorizar a la perorata de Zillé porque en ésta hay muchísima invención y poquísima sustancia.

Zillé, por ejemplo, les dice en uno de sus párrafos “malditos sinvergüenzas” a los griegos por el mito-culto que rindieron a sus héroes, cuando ese paso, precisamente, humanizó la relación Dios-hombre y dio paso a la estructuración de la filosofía como hija de la razón. Pero, viéndolo bien, esa “mandada-a-la-mierda” de Zillé a los griegos tiene que ver con la primera intención de su espacio pagado en el Listín Diario del martes 30 de junio de 1981. ¿Y qué ha querido decir Zillé en su publicación? El franco-italiano ha tenido la intención de decir tres cosas:

La primera: que ha pretendido destruir mitos, tabúes; y entre esos mitos y tabúes —al parecer— me encuentro yo, Efraim Castillo. Y lo interesante de esto es que nunca me he sentido ni héroe, ni mito, ni mucho menos tabú.

Zillé, esgrimiendo una clara estrategia de abucheo a la publicidad dominicana, sólo ha tenido palabras de irrespeto hacia nuestros publicitarios y toda defensa que emane de nuestro sector él la considera “auto-celebrativa” y “crítico-demagógica”. O sea, lo que proviene de él tiene que responder a la verdad; pero lo que emana del sector dominicano agredido es pura charlatanería; o, para ponerlo tal y como él señala en el primer párrafo de su luenga perorata, “mistificado, efímero, presumido, frívolo, coquetón y poco autocrítico”. Una clara señal de que se siente un übermensch, un superhombre nietzscheano entre seres inferiores.

La típica mentalidad neocolonial.
Zillé, al engreírse, se juzga divino y considera que todo lo que brota de la cabeza de los publicitarios dominicanos es basura. Sí, al engreírse, sólo mira hacia abajo, con desprecio, a estos mulatitos come-coco, pretendiendo que a él se le mire hacia arriba, como al neo-colono, como al tecnócrata enviado por los dioses de los nuevos tiempos y como si de Europa proviniera la gloria, cuando todos sabemos que aunque la publicidad nació en Roma con los gazzetieri y se hizo adolescente en la revolución industrial, fueron los norteamericanos —los yanquis— los que la hicieron adulta con el fin de adecuar una producción masiva a un consumo masivo.