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Convergencia

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Efraim Castillo

(y 4)

Solazo
Careciendo del conocimiento ideológico de la coyuntura, Guzmán Carretero intuyó y reprodujo niveles y espacios donde sintetizó, tangencialmente, la violencia acontecida en el país, pero evadiendo la incidencia ideológica.

En Lire Le capital (1965), Louis Althusser (1918-1990) define la ideología “como un proceso constitutivo de los sujetos que no pertenece al orden prescriptivo de la conciencia, sino al orden necesario de las cosas. […] Si el individuo no ha prescrito ese orden, está obligado a ingresar a ese mundo simbólico y práctico, y lo logra en el momento de quedar inserto en un proceso que lo nombra y permite que se nombre a sí mismo, haciéndole hablar y permitiéndole expresarse, además de identificarse a sí mismo”.

Incluyendo Poemas Posteriores (anexado en la segunda edición del poemario), Solazo alcanza los novecientos cuarenta y cinco versos, divididos en cinco cuerpos: Grito del terruño pretérito y herido, con dos poemas; Carne y Sol, con diez; Grávido y simple, con cinco; Paisaje, con cuatro; y Tres Cantos con tres.

Producidos casi todos en segunda y tercera personas, la función poética alcanza en Guzmán Carretero un hondo ritmo de descripción social, evadiendo —quizá por ignorancia– sus categorías, las cuales constituyen la historicidad en la práctica literaria. Sin embargo, Guzmán Carretero logra tejer y transformar los motivos que lo presionaron a escribir, sin evadir la preponderancia de su evocación, que fue el motor fundamental —como enuncia Lukács– “de la conversión de un reflejo de la realidad en práctica” (Estética. Vol. I).

Al finalizar este trabajo sobre Solazo y su poema mayor, El Remington, debo confesar que no llegué a la mitad de lo que podría escribir sobre este poemario de OGC, que priorizó —en su corta existencia como sujeto lírico— lo social y lo histórico por sobre su propia ontología.

Por eso, la búsqueda de las excelencias involucradas en su estructura podría arrojar conclusiones críticas alejadas de la realidad, teniendo en cuenta que, aunque no fue un productor estéticamente formado —tan visible en las faltas ortográficas y el torpe sangrado en la versificación libre—, su reducida producción se refugió en la denuncia y el canto a la vida rural (conucos, ríos, árboles y frutos, etc.), determinantes en el poema “En el camino”, del cuerpo “Carne y sol”:

“Oh, consejo del surco / recién tibio de granos y de hálitos; / oh, secreto del árbol,
/ del pájaro y del agua, / yo sé que sois un canto de futuro y de alba; / un almácigo bueno del niño y la esperanza. / Yo sé que es como vuestro / el tormento maduro de la madre cargada, / la brava reciedumbre del hombre / hecho fiesta de brazos / o sereno renuevo de conciencia”.

Solazo es un poemario que debe ser reeditado cuidadosamente, porque en él se sintetizan las contradicciones que convergieron en ese final de los años treinta, cuando la dictadura creía haber alcanzado el cénit y, sin embargo, una conciencia sigilosa