En la obra teatral llevada a cabo por la Compañía denominada “Comisión presidencial para la evaluación de la licitación y adjudicación de las plantas de energía de Punta Catalina”, ha bajado el telón con una puesta en escena perfecta en relación con el objetivo para el cual dicha comisión fue estructurada, lo cual, como es lógico que suceda, ha concitado aplausos de pies por parte de los integrantes responsables de tan resonante éxito.
La presentación formaba parte de la temporada montada como parte del plan estratégico para enfrentar una tormenta imprevista que repercutió en el escenario teatral denominada Odebrecht y que obligó a los productores a emplearse a fondo para guarecerse de vientos huracanados de un fenómeno que al no tener su origen en nuestros cielos, hacía difícil aplicar las técnicas tradicionales de manipulación.
No todo fue perfecto. En el diseño inicial hubo pifias inexcusables. ¿Cómo pudo el propio director que debe ser juzgado seleccionar los integrantes del jurado que habría de emitir su veredicto? ¿Quién puede dar crédito a un comisionado instalado como gerente evaluador del trabajo realizado por la propia empresa de la que él, aun siendo usuario de hábitos que harían suponer incompatibilidades, forma parte de su dirección? ¿Quedó eliminado el conflicto de intereses por una renuncia súbita y oportunista?
Para colmo, los geniales estrategas hicieron declarar de emergencia el procedimiento para asignar un espectáculo que iba a ser expuesto en un largo período, delatando con ese ardid su necesidad de obviar reglas ineludibles para obras normales.
De esa manera, pudo atribuirse la conducción del montaje al único elenco que terminó “cumpliendo” con los requisitos técnicos requeridos. Es decir, lo primero posibilitó lo segundo.
Lo más insólito todavía no había llegado. Por confesión de la propia firma “ganadora”, sabíamos que obtuvo todas sus presentaciones a través del pago de sobornos que compensaba sobrevaluando costos a niveles estratosféricos.
Pero oh sorpresa, aun habiendo desembolsado millones de dólares durante el período de licitación y asignación de la obra que nos ocupa, aceptó hacerla con un 6% por debajo de su costo. No hay manera de agradecer en justa medida un gesto tan magnánimo como ese donde estandartes de filantropía no solo erogaron sumas fabulosas, sino que las mismas no fueron destinadas para coimas y ejecutaron el proyecto perdiendo 6 dólares por cada 100 invertidos.
Solo espectadores obsequiosos o ignorantes pueden adquirir taquillas para un show de tan pésima calidad!