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De la Restauración a la batalla por la ética en política

De la Restauración a la batalla por la ética en política

Nos ha resultado muy difícil entender que hace 159 años se produjo una lucha armada donde murieron miles de personas, para restablecer nuestra independencia.

Y así tener gobiernos propios que pudieran defender la libertad de vivir en una democracia gobernada por normas y principios que garanticen el bienestar para todos y que al final tengamos todo lo contrario, después de tantas luchas que haya prevalecido el saqueo entre nosotros.

Ciertamente, el 16 de agosto de 1863 se dio el grito de Capotillo, bajo la espada valiente y patriótica del general Santiago Rodríguez.

A él le siguió otra gran legión de generales, así como hombres y mujeres de todos los estratos sociales del campo y la ciudad, los cuales decidieron recuperar la República nacida el 27 de febrero, bajo la consigna de que “Nuestra Patria ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la isla”.

El general Pedro Santana, otrora campeón de las batallas por reafirmar nuestra separación de Haití, combatiendo fieramente en los pueblos y montañas. Derramando sangre libertadora. Ya cansado de luchar y temeroso de otra invasión haitiana, como anunciaba el general Soulouque, la cual, aunque fue impedida cuando el general Geffrard lo derrocó, y este prometió no invadir, pesaba la tradición de lucha entre las dos naciones.

A esta realidad se unió el agravante de que norteamericanos habían tomado la Isla de Alto Velo y hubo que sacarlos a la fuerza después que habían enarbolado su bandera en esa tierra nuestra. Los norteamericanos querían la Bahía de Samaná.

Ellos eran esclavistas, todavía no había sido librada la guerra de secesión en los Estados Unidos. Esto alarmaba a los vecinos haitianos, los cuales habían conseguido la abolición de la esclavitud el 29 de agosto de 1793 a “sangre y fuego”.

Además de esas amenazas, reales o no, estaba el gran problema económico y político interno, desde el inicio de la independencia de Haití, habíamos heredado una pobreza económica muy grande, ellos tan solo dejaron 6,064.68 pesos fuertes y 5,093.77 pesos sin respaldo en las arcas nacionales y a poco tiempo, teníamos una deuda de unos 12 mil pesos fuertes y 95,591.77 pesos nacionales. A eso se le sumaron los resultados de la guerra de los tabacaleros, entre otros.

Estas situaciones reales, quebraron la fe en el sostenimiento independiente de nuestra Patria. Fue de ahí, que este general valiente y guerrero optó, finalmente, por la anexión a España, hecho que se consolidó el 18 de marzo, pero que fue repudiado hasta provocar el fusilamiento del padre de la patria, Francisco del Rosario Sánchez, el 4 de julio de 1863.

De ahí sobrevino el Grito de Capotillo. Se ganó la guerra armada, pero hemos perdido la lucha de la ética política.
De muy poco ha valido esa y otras luchas armadas. Otras resistencias heroicas a dictaduras e invasiones como las de 1916 y 1965. No han valido los ríos de sangre, luto y sufrimiento en estos 159 años post restauración.

Después que nos liberamos de España y Estados Unidos, no nos hemos podido liberar de la herencia monárquica que han exhibido nuestros gobernantes.

Unos expresando su concepción política de poder bajo una dictadura y otros bajo la sombra de la dictadura de la ignorancia política, para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.

A pesar de haber ganado la guerra de la Restauración, hemos perdido la lucha ética en nuestra nación. Se mueren tantas personas hoy de hambre, delincuencia y violencia, como en las guerras y dictaduras que hemos tenido.

Todo porque tanto nos han robado élites de las metrópolis, como las élites de nuestra nación. La democracia no ha podido institucionalizar las normas que establecen la Constitución y las leyes. La democracia no ha fallado, hemos fallado nosotros.

Para que triunfe la democracia, solo tenemos un camino: Pasar de la Guerra de la Restauración, a la batalla por la educación ética en política, este es nuestro reto. Aplicar, entre otros, el art. 63, numeral 13 de la Constitución y 34 de la Ley de Partidos…Y punto.

Por: Andrés Fortunato Victoriá
andresfortunato48@hotmail.com

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