Los partidos políticos dominicanos están obligados a la democratización interna. Con el fantasma del candidato independiente, la política de designar de dedo y por capricho, debe ser superada.
No es el candidato independiente el enemigo de los partidos, sino su ejecutoria diaria, su forma de escoger a los que tienen aspiraciones electorales.
Violan procedimientos y hacen lo que les viene en gana. Hay una espina clavada en el corazón de los partidos y es que en un futuro cercano cualquier persona se podría postular a un cargo electivo. El clientelismo sufrirá un duro golpe, pero no va a morir.
La actividad partidista está sometida al rigor de las coyunturas, y todavía, a pesar de las inconductas, tiene la mejor organización logística para pelear la elección de sus candidatos. Habría que ver como se dispone que cualquiera pueda aspirar al cargo de su conveniencia, sin estar en un partido político. Esta medida es controversial, pero a la postre podría ser beneficiosa.
Obliga a todos los partidos a pasar revista de sus métodos y su forma de movilizar las masas. Los aprendices de caudillo ahora no tiene terreno ganado, sino que deben revisar su accionar. Uno de los peligros del candidato independiente está en el factor económico. Se debe explicar bien claro cuál sería su fuente de abastecimiento económico.
Dinero mal habido podría ir a los recursos de campaña del independiente, lo cual no sería sorpresa. Ya se han hecho denuncias de que dinero que no se puede justificar se utiliza en las campañas políticas a todos los niveles. Los partidos se defienden, pero ahí están las denuncias, que merecen investigación. A lo único que los paridos políticos deben temer es a su falta de visión y el no abrirse a la democracia interna. Los viejos robles tienen que retirarse y dar pie a sangre nueva.
Pueden quedarse en el rol de asesores, pero nada más. Con el candidato independiente no necesariamente se pondría fin al clientelismo político, sino que éste podría tomar nuevo ropaje para manifestarse.
Desde hace años se baraja la importancia de la democratización interna de los partidos, y la cúpula siempre se opone.Prefiere tener a jóvenes que sigan las directrices de los viejos dirigentes, sin ver que la revisión periódica de las instituciones es lo que a la postre le podría dar el triunfo.
El independiente tiene que jugar un rol difícil, es romper con la tradición de los partidos y con candidatos que son aupados por una masa vocinglera. El pueblo es el soberano y el que tiene la última palabra, votando por quien considere mejor opción.
Por: Manuel Hernández Villeta