Gustavo Olivo dio a conocer recientemente su segundo libro de cuentos. Con recursos lingüísticos indispensables en la literatura de creación y con historias referidas de acuerdo con la ortodoxia del cuento, Desde un costado de la (des)memoria recrea hechos propios de la época que le ha tocado vivir al autor.
Aborda un realismo feroz, con la conciencia literaria de Olivo, en la que confluyen sus gustos y sus aptitudes creativas. En este libro todas las historias enfocan al ser humano, al que vive para el bien y al que sirve de instrumento de la maldad. Un mal expresado en la violencia de Estado.
Ese terror ha recurrido en el pasado reciente a la politización de militares y policías en favor de causas equivocadas. Esta situación queda magníficamente ilustrada en los casos del teniente Gael, un policía que por querer actuar correctamente tiene que desertar y ocultarse donde las fuerzas maléficas no dieran con él.
La intransigencia del régimen político bajo cuya atmósfera se desarrollan estos cuentos genera en sus agentes una paranoia que se vierte contra las acciones generosas del humilde profesor Solís, quien para finalizar su carrera docente pide ser trasladado a una modesta escuela rural.
La fuerza policial al servicio del crimen se ensaña contra Solís, contra el padre Oller, sacerdote progresista, y por igual contra el sargento que comprendió que ambos eran gente de bien y desistió de hostigarlos, como era el deseo de sus superiores. Pero no solo se trata de violencia política.
Intervienen, además, en este racimo de cuentos otras pasiones, como ocurre en “Homenaje”, que trata de la muerte, pero no política, sino un sentimiento especial entre dos músicos. Pero también ímpetus como los celos (La Mirada) capaces de deshacer matrimonios, amistades y de arruinar a un millonario poseído de la desconfianza en su esposa.
En este libro la palabra legado sobresale por su importancia contextual. Olivo ha titulado “El legado” un relato que encierra una profunda lección de moralidad y fortaleza de carácter de parte del juez Albo, quien tiene a su cargo el caso de una poderosa familia que ha defraudado al Estado.
El magistrado resiste propuestas de todo género, pero no resiste la llamada del presidente de la Corte Suprema quien le informa que ha sido jubilado. La literatura de Gustavo Olivo Peña es ficción que se alimenta de realidades o al menos de hechos que remedan la realidad. Desde un costado de la (des)memoria son cuentos que han merecido contarse y merecen leerse.

