Opinión Articulistas

Desdichado final

Desdichado final

Pedro P. Yermenos Forastieri

Tuvo la fortuna de nacer en una familia importante del país. Pese a las comodidades que sus padres podían proporcionarle, obtener una recia formación académica y valorar la trascendencia del trabajo, era el legado que querían dejarle.

Para eso, desde que tuvo edad para hacerlo, fue inscrita en prestigiosos centros de estudios y, con solo 13 años, empezó a colaborar en un negocio de su papá, con el que se identificaba plenamente.

Era evidente que el arte era su pasión. Por eso, disfrutaba tanto cuando los pintores llegaban a la tienda presentando sus cuadros; viendo los tasadores valorarlos; conociendo el proceso de enmarcado y organizando exposiciones.

Para maximizar su talento, fue enviada a especializados centros de arte donde adquiriría conocimientos que la condujeron a ser, a su retorno al país, de las más acreditadas críticas de arte; curadora y directora de galerías.

Asumió por completo la dirección del establecimiento fundado por su progenitor y lo relanzó de forma notable. Cuando un mecenas de la nación decidió hacer un museo, no vaciló en contactarla para que se hiciera cargo del proyecto. Él, siempre afirmaba que fue de sus mejores decisiones.

Era excelente en lo que hacía, pero no le faltaban esas características particulares que con frecuencia prevalecen en los artistas. Tenía temperamento enrevesado. Quizás fue la razón por la que nunca se emparejó y la labor cultural casi obsesiva, ocupaba su espacio vital, como quien vive resguardado por cápsula impenetrable.

Gobierno tras gobierno querían aprovechar su experiencia, hasta que aceptó la oferta de insertarse como agregada cultural en una de las principales embajadas. Los resultados no tardaron en producirse. Creó y ejecutó proyectos que dieron connotación internacional al arte nativo y era generoso el reconocimiento hacia ella.

Años después, una pareja de amigos de un pariente de ella viajó a la capital europea donde estaba trabajando. Conocerla, era uno de los puntos principales de su agenda.

El impacto fue inmediato. Aquella profesional famosa y de éxitos resonantes, apenas articulaba palabras y su aspecto revelaba inocultables síntomas depresivos.

Ella se encargó de ofrecer la razón: “Hace un mes me informaron el otorgamiento de mi pensión y no sé qué será de mi vida sin trabajar”.

Confesó que tenía muchas noches sin dormir y procuraba compañía constante como antídoto para no dejarse derrotar por pensamientos negativos.

Preparaba su regreso al país donde, tantos años después, era una desconocida. Sus nuevos amigos quedaron preocupados.