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Despótico cuñado

Despótico cuñado

Pedro Pablo Yermenos Forastieri

Fue un matrimonio que se formó y desarrolló por encima de la férrea oposición del déspota hermano de ella. No le atribuía a ese extranjerito recién escapado de la barbarie guerrerista europea, el perfil idóneo para ser el marido de una mujer con tanto potencial, sobre todo económico, como ella.

Quería controlarlo todo, vida y bienes de los miembros de la familia y, en ese sentido, un desconocido no le generaba confianza como para estar seguro de que no sería obstáculo en su estructurado propósito de ser el factor decisivo del menor movimiento de su entorno.

Pero no pudo con el amor y el recio temperamento de la hermana.

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Prefirió afectar su relación fraternal y, en cierto modo, ser perjudicada con el nada transparente manejo por parte de él del patrimonio obtenido por sucesión, antes que perderse la experiencia que presentía tendría con un hombre que parecía excepcional.

Las cosas resultaron proporcionales a su percepción y su matrimonio era ejemplo de armonía y felicidad.

Tuvieron seis hijos, con perfecta paridad de género, como en la actualidad se dice lo que ni se pensaba en una sociedad tan patriarcal como la de su época.

De todos modos, él estaba alejado de esas autoritarias maneras masculinas que habrían hecho imposible la convivencia con una mujer como ella.

No iba a tolerar con terceros, lo que se negaba a acatar con su hermano.
Todos supusieron que la intachable conducta del esposo iba a disminuir la hostilidad de su cuñado.
No fue así.

Pudo más el orgullo irracional, que la prudencia de ceder en interés de llevar la fiesta en paz.
Ni siquiera la deteriorada salud de ella pudo lograr que su hermano médico se sensibilizara.
Llevó el absurdo a tal extremo, que no hubo manera de convencerlo de asistir al velatorio de la madre de sus sobrinos.

Aquel despreciado extranjero continuó ofreciendo pruebas de su integridad personal.
Se dedicó en cuerpo y alma a criar sus pequeños descendientes en pésimas circunstancias, aun conociendo los derechos que les pertenecían en la sucesión de sus abuelos maternos.

Pocos años después, el indolente personaje empezó a perder la memoria.
Le resultaba imposible reconocerse a sí mismo.
Su círculo íntimo empezó a depredar su patrimonio.

Con un valor desconocido, el rechazado viudo tomó control de la situación e hizo un manejo tan escrupuloso de todo, que fue responsable del soporte final del hermano de su difunta esposa.