Editorial Opinión

Diálogo entre lobos y ovejas

Diálogo entre lobos y ovejas

Como había sido anunciado, bandas armadas atacaron ayer la mayor cárcel de Puerto Príncipe, Haití, lo que permitió la fuga de tres mil 597 reclusos, más del 97% del total privados de libertad en ese presidio, de los cuales por lo menos 15 fueron asesinados en las calles de la capital haitiana.

Ante ese generalizado escenario de violencia, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) urgió a todos los actores políticos haitianos a enfrentar con urgencia y mediante “un dialogo amplio” el creciente deterioro de la seguridad pública y la situación humanitaria que afectan a ese país,
¿Qué parte de que Haití está fuera de control y sacudido por la anarquía no entiende la comunidad internacional? ¿Qué más se puede esperar cuando grupos vandálicos desalojan una prisión casi por completo? El próximo paso de los grupos armados puede ser el asalto al Palacio Nacional.

El gobierno encabezado por el primer ministro Ariel Henry, se comprometió a celebrar elecciones “libres y justas”, pero ¿Cuál gobierno? ¿Dónde serían esos comicios?, pero también, ¿Quiénes son los actores sociales y políticos, que menciona la Celac?, ¿acaso los lideres de las bandas armadas?
Lo sugerido en la Declaración de Kingstown, de que “la crisis actual exige una solución liderada por Haití que abarque un diálogo amplio entre la sociedad civil y los actores políticos”, requeriría de la participación del dignísimo señor Jimmy Cherizier (Barbecue), jefe indiscutible de las bandas que asolan a ese país.

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Se subraya también que una de las “instituciones” más relevante en el entorno haitiano es “Viv Asanm”, (Vivir Juntos), porque reúne a los principales grupos vandálicos y a los sectores políticos y empresariales que los subvencionan, todo lo cual demuestra que ese llamado a dialogo político conduce a ninguna parte.

Hace tiempo que en Haití arde la pradera que requiere ser sofocada por vía de la intervención de una fuerza de pacificación tal y como lo aprobó el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU), tras lo cual podría hablarse de diálogo y de elecciones libres y justas.

A un pueblo acosado por irrefrenable violencia y delincuencia, hambre, pobreza extrema, sin hospitales, escuelas ni oficinas públicas hábiles, no deberían inyectarle discursos embriagantes y fantasiosos como el de la fábula del diálogo entre lobos y ovejas.

El Nacional

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