He aquí una ola de color que avanza y que se tragará sin remedios la República Dominicana. (Dana E. Munro, La Frontera de la R. D. con Haití, citado por Luis Julián Pérez en Santo Domingo Frente al Destino, pág. 119).
Haití sigue impertérrito generándonos problemas desde el nacimiento mismo de ese asentamiento de esclavos y filibusteros establecido por la Francia imperial en los albores del siglo XVII.
Esta tranquila colonia española de Santo Domingo le fue alterada su vida y su desarrollo desde el momento en que por un mero accidente en la parte occidental se da inicio al afianzamiento de ese almácigo de odio que calladamente fue guardando en su interior esa etnia explotada y discriminada. Así nace esa nación única en América que no ha podido superar esa animosidad ancestral.
Todas esas taras heredadas de la esclavitud prevalecen en esa sociedad perforada por la miseria, el descontrol natal y la explotación y la derraman por toda la región. «Haití es superpoblado, super hambriento y súper inculto, lo que le convierte en súper peligroso» (Del Rosario Pérez, La Exterminación Añorada).
Otra nube, pero de polvo nos llega por el Este, generado por las tormentas de arena que se levantan en el desierto del Sahara en el continente africano que nos está provocando severos daños a la salud de los dominicanos.
La nación está inseriamente despreocupada por la nube oscura que afectará su destino, principalmente nuestras autoridades y dirigentes políticos con un silencio de complicidad como si fueran dirigidos por un poder supranacional como verdaderas marionetas, callan ante la nube de color que nos llega en forma sistemática, fríamente calculada y bien dirigida. ¿Qué esperan los dominicanos para exigir en las calles o en las urnas para que las autoridades actúen?