Opinión

El Cardenal

El Cardenal

Dos noticias han venido a alterar unos días fríos, llenos de lluvia y niebla, en Nueva York, donde la ciudad adquiere su verdadera naturaleza de espacio en tránsito. Lo más hermoso es como la luz se difumina y los edificios pasan a ser una geometría difusa, como el sueño, o los meandros de la imaginación.

La primera noticia, que hoy circula por el mundo, es la del Obispo de Ferrara, al norte de Italia, Luigi Negri, quien en voz alta e irritada gritó que esperaba que «con Francisco la virgen haga el mismo milagro que hizo con Juan Pablo I, quien fue encontrado muerto el 29 de septiembre de 1978, un mes después de haber iniciado el papado».

El periódico «Il Fatto Quotidiano», reportó estas declaraciones como una amenaza a la vida del Papa, quien ha sacudido a los Cardenales y Obispos, reyes de hecho de la iglesia, con su declaración de «prefiero una iglesia herida, hambrienta y sucia» a la fastuosidad que ha caracterizado la vida de los potentados de la iglesia, algunos también señalados por la prensa por utilizar el dinero de las limosnas en restaurar y amueblar sus suntuosas viviendas.

En el caso de las recientes declaraciones de nuestro Cardenal López Rodríguez, primo hermano de los Vincho, frente a la denuncia archiconocida de la corrupción en todos los estamentos de la sociedad dominicana, por el embajador norteamericano en el país, este comete dos errores:

En vez de señalar los casos de corrupción que han sacudido las corporaciones norteamericanas, y algunos congresistas, para argumentar que este no tiene moral para criticar al país, arremete de manera despectiva contra la vida personal del embajador, la cual no es de su incumbencia ni el motivo de la discusión, y al hacerlo refleja su visión medieval sobre la vida y función de las mujeres: «Que se meta en su embajada y como esposa que es de un señor se ocupe de la casa», declaración que refleja lo alejado que está el Cardenal de la vida de las dominicanas, ya que más del 80 por cierto de nuestras mujeres trabaja fuera de la casa, que para eso adquiere una profesión, para contribuir a los gastos del hogar y la manutención de los hijos.

Solo en la zona rural, de donde proviene el Cardenal, las mujeres tienen una alta tasa de desempleo, idealizado como «función» de la mujer, y esa tragedia es la que motiva que lo padres estén prácticamente ofertando a sus hijas desde que tienen doce, trece años y el que estas se junten con hombres mucho mayores y tengan hijos muy jóvenes, o se prostituyan.

Que el Cardenal generalice sobre el rol de las mujeres que conoce, se puede entender, lo que no se entiende ni acepta es que ignore o menosprecie el mandato del Papa Francisco:
«Usar el nombre de Dios para justificar el odio (y de odio a Brewster se trata) es una blasfemia».

El Nacional

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