Llegó diciembre y con él la temporada navideña que es la más esperada del año, cargada de tradiciones y costumbres. Desde que este mes se asoma no solo se siente la brisa, como dice un merengue, el ambiente es inundado por una especie de espíritu de alegría, amor y ese gran deseo de estar junto a los nuestros.

Desde dos meses antes muchas personas deciden decorar sus hogares con elementos alegóricos a la época para poder disfrutarlo por más tiempo, y entre estas decoraciones se encuentra el adorno con mayor significado e importancia: el Nacimiento, pesebre o belenes.

Aunque el arbolito, Santa Claus y las coloridas luces, son los íconos más usados en esta temporada, no hay nada que represente más la Natividad que la escena del nacimiento de Jesús, pues ésta es la verdadera razón por la cual celebramos esta fecha. A través de la bella simplicidad del pesebre podemos contemplar la sencillez del amor, representada por la Sagrada Familia compuesta por José, María y el Niño Jesús.

La bella tradición de colocar los pesebres o la recreación de la escena del nacimiento de Jesús se remonta a la época de San Francisco de Asís, ya que, según la historia, el santo, diácono y fundador de la Orden Franciscana, fue quien inició esta costumbre en la Navidad de 1223, cuando se encontraba en Greccio, Italia; al inspirarse tras un viaje a Tierra Santa.