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El último combate de Pablo Neruda

El último combate de Pablo Neruda

¿Por qué la poesía fue tan importante para Pablo Neruda? Su vida y su muerte estuvieron signados por y para la poesía.

Con un avión esperándolo en el aeropuerto el 23 de setiembre del 1973, ofrecido por el presidente de México don Luis Echeverría, Pablo Neruda aplazó un día más su viaje al exilio, para darse el tiempo de lanzar la operación rescate de su libro “Confieso que he vivido”. Este fue su último combate, por amor a la poesía.

La peligrosa misión le fue encomendada a su esposa Matilde Urrutia y a su asistente Manuel Araya, quienes lograron salvar de la hoguera el citado y “El libro de las preguntas”, entre otros manuscritos. En medio de un estado de guerra declarado, esa misión fue una audacia tan tremenda que le costó la vida: esa noche murió envenenado por una inyección letal de Clostridium botulinum.

En ocasión de que se estuviera celebrando en Santo Domingo la Semana Internacional de la Poesía, del 19 al 25 de octubre, el poeta Mateo Morrison, uno de los más notables seguidores de la obra nerudiana en el mundo, me invitó a formar parte de un panel también integrado por la escritora Emelda Ramos, para exponer sobre la vida, muerte y obra del premio nobel del 1971.

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Les conté que, si hubiera dejado a la suerte los originales de sus libros en Isla Negra, y abordado de inmediato el avión que le mandó el presidente de México, no les da tiempo a los asesinos de la Dina a ejecutar el crimen.

El mandatario mexicano, con un elevado sentido del deber y criterio bien entendido de la solidaridad, había mediado para que el poeta escapara espectacularmente de las garras de la dictadura que ya había acabado con las vidas de miles de chilenos, incluidos el presidente Allende y el cantante Víctor Jara.

Los voceros de la dictadura influyeron en los periódicos de la época para difundir que la salud de Neruda se había “empeorado” a raíz del conocimiento del asesinato de sus camaradas y de la tragedia que afectaba a su pueblo, hasta caer agravado por cáncer, en estado de caquexia. Una mentira desmontada 38 años después por mi compañero de prisión Manuel Araya.

Neruda no era un poeta de aquellos que conciben la poesía “como un lujo cultural”. Su compromiso con la sociedad era sistémico. Fue un poeta militante como sus entrañables amigos Rafael Alberti, Antonio Machado; Miguel Hernández y Federico García Lorca, a quienes vio morir fusilados.

Un hombre como él, testigo de la Segunda Guerra Mundial, protagonista en los episodios de la Guerra Civil Española y que previo al 1973 había lanzado dos grandes operaciones de rescate.

La primera de ellas en 1939, siendo cónsul general en Madrid, respaldado por su gobierno procedió a contratar el barco Winnipeg, salvando las vidas de 2,200 españoles que huyendo de la dictadura franquista, desembarcaron en el Puerto de Valparaíso, Chile. Se cumplían, al momento del viacrucis de su persona, 34 años de la gran hazaña llamada “La misión de amor de Pablo Neruda”.

Diez años después del Winnipeg, en 1949, tras pronunciar su último discurso como senador de Chile, se vio en la necesidad de emprender una nueva hazaña, fugándose a pies y a caballo a través de la frontera con Argentina, para escapar del gobierno de Gabriel González Videla, que lo perseguía, igual que esta vez Pinochet, para darle muerte.

Un poeta combatiente con tales antecedentes, no cae en estado de caquexia ni depresión por duros que fueran los episodios del momento.

Los informes periciales ya han demostrado que la muerte de Neruda fue causada por una inyección letal inoculada en la clínica Santa María mientras permanecía internado, esperando el resultado de la misión de rescate de su obra poética, para irse a su segundo exilio en México.

El autor es poeta.