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En torno a la novela Cristales rotos

En torno a la novela  Cristales rotos

Henri Charrière (1906-1973) fue un escritor francés que en 1969 publicó una novela autobiográfica titulada Papillon. En ella, el protagonista, que se apoda Papillon, es condenado a trabajos forzados en la Guayana francesa por un crimen que no cometió. La trama gira en torno a los intentos de fugarse que realiza Papillon y su definitiva fuga en 1941.

Pedro Santana, dominicano, ha escrito esta novela –Cristales rotos- cuya historia se desarrolla entre Nueva York y República Dominicana y el personaje principal, Yoel, encarna a un hombre, emigrante, que afronta un rosario de situaciones adversas comparables a las ocurridas a Papillón, sin excluir la prisión y otras circunstancias peores.

Un ir y venir de Nueva York a República Dominicana caracteriza la vida del personaje, y tanto aquí como allá encuentra dificultades laborales, conflictos policiales, crisis de salud que se tornan en males existenciales. Todo lo cual hace el nudo de esta narración verdaderamente complejo, desesperante para el lector que siempre creerá que ha llegado el momento de que este hombre disfrute de paz y del amor de su familia.

Tras la solución de un problema, siempre aparece el otro. Cuando escapa de las atrocidades de un seudo psiquiatra, inicia la persecución de un compañero de trabajo en Nueva York.

Luego de provocar que su esposa renuncie de la posición ejecutiva en la empresa hotelera, regresan a Nueva York. Ingresa a trabajar como taxista y pareciera que la luz retornara a sus sentidos interiores. Las emanaciones de su alma adquieren otra tonalidad: “Desde aquel día, las mañanas se convirtieron en algo mágico. ¡Cuánta resistencia y brío en sus ejercicios! A su cuerpo no le costó más que seguir el programa. Antes subía y bajaba la avenida en bicicleta un par de veces y no podía hacer más.

Luego, daba vueltas a la ciudad como un rayo, sin cansarse”.

Pedro Santana ha creado una historia en la que muchos lectores podrán encontrarse, y sobre todo quienes han tenido que abandonar el lar nativo para ir en la búsqueda de mejores oportunidades de existencia. Yoel es un personaje ficticio, pero muy realista, pues los hechos en los que se ve involucrado les pueden suceder a personas de carne y hueso.

Son tantas las situaciones y aventuras en las que se involucra este personaje, que unos lectores se verán retratados en determinados episodios y no en otros, en los que se encontrarán otros lectores. Yoel es un hombre de este tiempo, o mejor, un dominicano de este tiempo. Trabaja, afana, se enamora y busca formas de superarse, mejorar su economía, pero su vida se vuelve un subir y bajar, un fracaso, un reinicio.
La de esta novela es una trama múltiple, como es la vida, una trama múltiple, y todo gira en torno a la azarosa existencia del personaje principal. Pero en la ficción, como en la realidad llega un momento en que la tormenta cesa, aunque deje su secuela. Y así nuestro personaje, quien se desenvuelve entre luces y sombras, logra captar un chorro de luz permanente: “Vida solo hay una, y yo quiero la mía”, dice.

El autor incluye un epílogo que retoma el punto inicial de la narración, y presenta a Yoel mirando por la ventanilla de un avión abordado en el aeropuerto John F. Kennedy, de Nueva York, con rumbo a República Dominicana. Parece que han cesado sus angustias y que una nueva vida empieza, quizá como Papillon cuando salió de la cárcel.

Cristales rotos describe aspectos oscuros y hostiles de la vida de los inmigrantes en los Estados Unidos de América, pero también muestra las consecuencias que han de sufrir las personas, debido a algunos errores que las llevan a labrar su fracaso. Ocurre esta situación cuando alguien olvida que es responsable de su propio destino y entonces guía su vida hacia el despeñadero.

Este fenómeno es descrito con esmerada atención en la novela de Pedro Santana, que no es una obra didáctica, sino literaria y como tal cumple el fin de provocar disfrute estético. Eso no impide, sin embargo, el manejo de preocupaciones de carácter social que son parte del mundo del autor, de su cosmovisión y de su interés en mejorar la sociedad en la que vive.

En cuanto al estilo, Santana sabe que la lengua literaria, con la que ha de operar la novela, tendrá que diferenciarse de la forma discursiva que se emplea en la didáctica, el periodismo o los informes científicos. Como tiene que ser, el novelista ha de poner en las palabras dimensiones que no encontrará en otro tipo de escrito, hará que las palabras digan y sugieran más allá del significado que le atribuye el diccionario. Eso ha hecho Santana.

Este autor provoca emociones con los hechos que narra, con los detalles sicológicos que extrae de sus personajes. No emplea sus capacidades en la búsqueda de formas de expresión que constituyen piruetas verbales. Más bien prefiere la llaneza expresiva.

Creo que Pedro Santana ha logrado una novela bien activa, con un desarrollo dinámico y una trama compleja, pero al alcance de lectores comunes, no necesariamente dotados de capacidades que otorgan los estudios académicos. No es preciso ser un experto en literatura para disfrutar esta obra y asimilarla.

El Nacional

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