Opinión Editorial

Fatídica lista

Fatídica lista

Se ha convertido en fatídica costumbre revisar la lista de muertos y heridos al final del período de Semana Santa, para comprobar que cada vez más ciudadanos no obtemperan a los avisos de prevención de accidentes hartos repetidos por el Comité de Operaciones de Emergencias (COE).
El año pasado se reportaron al menos 36 fallecimientos durante ese largo asueto, incluidos diez causados por accidentes de tránsito acaecidos en un mismo día, además de otros 26 que incluyen ahogamiento, riñas e ingesta de alcohol.

Como si la historia oscilara entre comedia y tragedia, al inicio de Semana Santa se reitera la advertencia de que desde ayer se abrió el libro sobre el cual las autoridades anotarán nombres de personas que fallecen atropelladas, por colisiones, deslizamiento vehicular y otras causas.

En esa lista, numerada hasta el infinito, se incluyen también a ahogados y víctimas fatales por excesivo consumo de bebidas alcohólicas o intoxicadas por gula alimentaria, así como a los que fallecen como consecuencia de heridas de balas o punzantes.

Ningún ciudadano en su sano juicio desearía que su nombre o los de los suyos figuren en los reportes oficiales sobre muertos y heridos, por lo que cada quien debería obedecer a pie de letra todos los consejos y requerimientos que emanen de las autoridades sobre respeto a la ley y observancia de buenas costumbres.

Se cuentan por decenas de miles los agentes de la Policía, personal militar, médicos, enfermeras, laboratoristas, camilleros, conductores de ambulancias, bomberos, miembros de instituciones de auxilio y voluntarios que desde el primer día de Semana Santa integran la gran cruzada de prevención y salvación.

No es justo que ante tan excepcional expresión de solidaridad, la ciudadanía se comporte de manera irresponsable, temeraria, violenta, irrespetuosa, desbordada y violadora de la ley, a sabiendas de que se coloca en peligro vida propia y ajena o de que quien infrinja la ley afrontará el régimen de consecuencia.

Lo aconsejable sería que la sensatez, el buen juicio y el respeto al derecho ajeno imperen durante este período de celebración cristiana y recogimiento espiritual, que sería siempre la mejor manera de garantizar que grandes desplazamientos por autopistas y carreteras transcurran sin desgracias y que cada quien disfrute del largo asueto donde quiera que sea su origen o destino.

El Nacional

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