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Al llegar a los idílicos predios de la Federación, cuyo local se haya enclavado en una meseta rodeada de montañas, lo primero fue conocer y darnos a conocer al campesinado, hombres, mujeres, jóvenes e infancia, de las comunidades. «Estamos aquí para servirles en lo que podamos, ustedes dirán cómo y cuándo».
Y el «cómo» comenzó a surgir de las conversaciones sobre su vida cotidiana y sus preocupaciones vitales: La comida, salud, hábitat, electricidad, el futuro inexistente para la clase campesina del país, despojada de su prioridad por un modelo económico donde las remesas (que se irán mermando en la medida en que los hijos e hijas de los emigrantes hagan su vida en los países destino); el turismo, cuya fragilidad es legendaria y donde cualquier incidente puede afectar el flujo de turistas; y la minería, ese monstruo de siete cabezas cuya expansión se hace en contra del medio ambiente, la contaminación de ríos y playas, el envenamiento por cianuro de poblaciones enteras, la desaparición de los animales y especies endémicas.
Cuál es su recurso natural mas preciado? El agua, respondieron a coro. Todos sabemos que las guerras futuras serán por el agua. Y ¿de dónde proviene?
Del Yuna, precisamente el río que suple a siete provincias del Cibao; irriga a 80 por ciento de las tierras arroceras y del cual depende el 40% de la producción agrícola del país.
Y, qué está pasando con el Yuna? Primero que el Consorcio que va a construir las presas nos quiere sacar de la montañas, diciendo que somos enemigos de la naturaleza, en vez de utilizarnos para reforestar (lo que eventualmente admitieron); y los canadienses que tanto cuidan el agua en su país nos quieren envenenar las nuestras con su mina La HIspaniola.
Y qué podemos hacer? Impedirlo. Cómo? Primero unificando todas las comunidades y después unificando al país. Cómo? Tenemos que bajar al pueblo para que sepan lo que está pasando aquí. Tenemos que ir a las iglesias, a las universidades, a los otros pueblos que están sufriendo del mismo problema como Cotuí. Y tirarnos a la carretera, parar los carros y las guaguas, explicarles lo que esta pasando…
Y así se imprimieron miles de un volatinco que decía: Diez razones por las cuales no podemos permitir la mina. Y, se bajó al pueblo y se recorrieron las calles, y se salió a la carretera, y a todo el mundo se le entregaba la hojita explicando lo que le estaba pasando a las aguas, a las comunidades, a la infancia atropellada por los camiones; a los pobladores atacados por el polvo y por los contaminantes