Los dominicanos se preparan para participar mañana en las festividades de Nochebuena y Navidad, milenaria tradición cristiana que conmemora el nacimiento de Jesús, hijo del Dios Padre, cuya posterior crucifixión tuvo el propósito de redimir el pecado.
La noche del 24 de diciembre se consagra como víspera de la Natividad del Señor, que se celebra con una cena familiar durante la cual todos expresan júbilo ante el siguiente día en el que se proclama el nacimiento del Redentor.
Ambas celebraciones promueven desde la familia valores de amor, paz, unidad, convivencia, comprensión, indulgencia, sacrificio y resiliencia en incesante reivindicación de justicia divina y terrenal, al tiempo que se desalienta el odio, pesimismo, o cualquier otra expresión de debilidad espiritual.
La nación dominicana se engendró en un vientre cristiano, como lo demuestra que en el lienzo tricolor se insertan la Biblia y el versículo bíblico: “y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”, razón suficiente para que el gentilicio nacional celebre con júbilo el nacimiento del mártir del Gólgota.
Nochebuena se erige también como un reconocimiento a la familia, porque Jesús nació “engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre”, en un pesebre rodeado de divino entorno familiar, requisito indispensable para la venida del hijo único del “Dios de Dios”.
Es por eso que la población debe celebrar tan trascendente tradición en el seno familiar, asociada a la alegría, optimismo, esperanza y fe en el porvenir, en el convencimiento de que los males de hoy y los del mañana serán superados por una sociedad resuelta a alcanzar el anhelado estadio de prosperidad y justicia.
La celebración de hoy y el festivo de mañana representan momentos propicios para el reencuentro familiar donde el amor y el perdón constituyan los más preciados dones puestos sobre la mesa en la cena conmemorativa al nacimiento de Jesús.