Si alguien quiere saber las razones por las cuales la sociedad reacciona indignada ante expresiones machistas atribuidas a legisladores, funcionarios, políticos o empresarios, debe remitirse a las estadísticas de trece mujeres asesinadas por parejas o exparejas desde el 29 de abril en lo que va de año.

Esta es una sociedad enferma de machismo sobre la cual se han erigido varias generaciones formadas bajo la falsa creencia de que la mujer es objeto y no sujeto, propiedad de cualquier hombre que se considera con derecho a disponer sobre su vida.

El hogar y la escuela no logran conjurar ese oprobioso escenario social, quizás porque el Estado ha carecido de voluntad política para afrontarlo.

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Un reportaje de Diario Libre refiere casos espeluznantes de feminicidios, como el de Eduarda Díaz, embarazada de cinco meses, cuyo cadáver fue mutilado, o Marlene Alexandra, a quien su matador obligó a despedirse de su madre mediante nota de voz para luego asesinarla.

Expresiones infamantes y afrentosas contra la mujer y su rol en la sociedad, pronunciadas de manera reiterada por hombres públicos obran como veneno que incentiva violencia contra féminas desprotegidas, incluidas menores de edad, abusadas por pederastas que se convierten en maridos esclavistas ante la indiferencia del Ministerio Público.

Han sido muchas las mujeres que imploraron el auxilio de autoridades y sociedad ante las amenazas de hombres despechados que finalmente le quitaron la vida.