El récord de 2,370 contagios de coronavirus alcanzado en enero es un pico bastante alto, que suena con insoslayable estridencia la alarma sobre la propagación del virus. Ya en este mismo mes, cuando se han adoptado las medidas más estrictas, los infectados habían llegado a 2,043 en un día, que era la cantidad más alta desde que a principios de marzo de 2020 se detectó el primer caso.

Aunque la letalidad haya bajado y el número de pruebas PCR el incremento de los contagios provoca una lógica preocupación. Si bien es cierto que la gente tiene su elevada cuota de responsabilidad con el relajamiento de las restricciones, las autoridades tienen también su parte al decantarse más por la represión que por la persuasión para hacer cumplir el protocolo.

No se ha sentido una permanente distribución de mascarillas ni de brigadas de salubristas que supervisen el cumplimiento del protocolo. De lo que más se ha dado cuenta son de los encarcelamientos por violaciones del toque de queda. Por la combinación de distintos factores la enfermedad ya ha cobrado la vida de 2,564 personas e infectado a 206,305. Con las medidas que se han tomado las estadísticas son inquietantes.

Ahora que desde hoy se han flexibilizado las restricciones para estimular las actividades productivas tiene que insistirse y velarse para que se respeten las restricciones. El cuadro que se tiene en víspera de la llegada de la vacuna es de hospitales desbordados con pacientes de coronavirus y mucha desesperación. Un alerta para las autoridades.