Parecería que la luz verde del Consejo de Seguridad de la ONU para el despliegue de una fuerza internacional en Haití era el único obstáculo que se tenía que remover para la operación. Si bien se veía como el primordial, la realidad es que todavía hay otros de mucha magnitud, que, al margen de factores culturales, plantean sus reservas sobre el desembarco y el éxito de la intervención militar para garantizar, por lo menos a mediano plazo, el orden y la gobernabilidad en la vecina República.
Está a la vista que la operación será financiada en su mayor parte por Estados Unidos, que desde ya gestiona la aprobación de 200 millones de dólares con ese propósito. Y se supone que otras potencias harán sus aportes técnicos y económicos para que los soldados kenianos y de otras naciones no pasen penurias y puedan cumplir con su misión de auxiliar a la Policía haitiana en la batalla contra las pandillas, que hoy tienen al país sumido en la violencia y el caos, así como para restaurar el orden y la seguridad. Pero la administración de los recursos se nota como una de las interrogantes.
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No parece que Washington y las naciones que colaboren con la misión darán los recursos al Gobierno haitiano, por temor a que se dilapiden, para que lo administre. Ni tampoco que los pondrán en manos de los kenianos, cuyas autoridades en materia de pulcritud dejan mucho que desear. La ONU, que carga con el fracaso de la Minustah, la fuerza internacional que permaneció en el país vecino de 2004 a 2017, surge como la más indicada para gestionarlos con la racionalidad y eficiencia que se necesita.
Combatir a las pandillas supone grandes desafíos, porque líderes como Barbacue son verdaderos ídolos en semilleros como Cite Soleil, un barrio pobre y densamente poblado de Puerto Príncipe, donde la violencia y las muertes es lo más común.
Pero de momento la principal incógnita es el aterrizaje y la operación del contingente armado que encabezará Kenia.
República Dominicana, que jugó un papel clave al motivar la necesidad de la intervención en foros y organismos internacionales, también ha contribuido a facilitar el proceso con el blindaje de la frontera para evitar que los pandilleros puedan instalarse aquí.
Y lo mismo puede decirse de la reestructuración que se implementará en la zona para regular el intercambio comercial y la migración. Aunque la readecuación en proceso no significa que se haya superado el conflicto en torno al trasvase del río Masacre patrocinado por empresarios de la vecina nación y que para contrarrestar la obra se tuvo por aquí que habilitar el canal de La Vigía, en Dajabón. A simple vista el panorama pinta que la pacificación de Haití se tomará su tiempo.