Opinión

Ingratitud y crueldad

Ingratitud y crueldad

Danilo Cruz Pichardo

El trabajo que hace el Ministerio Público en contra de la corrupción estatal es necesario, objetivo y profesional. Los casos conocidos hasta el momento son bien argumentados, con pruebas suficientes, que revelan capacidad investigativa en la búsqueda de actos que afectan el erario, por lo que es un mayúsculo disparate hablar de “persecución política”.

El expresidente Danilo Medina y su entorno, donde se encuentran varios de sus hermanos, resultan ser los más afectados con la labor que desarrolla la Procuraduría General de la República. Selectivos o no los casos, es obvio que todas las imputaciones formuladas descansan en verdades.

El ejercicio ético del Ministerio Público le ha generado la aprobación de la mayoría de los dominicanos, que esperó durante décadas castigo contra la corrupción pública y la impunidad. Y lo hace sin caer en exceso y respetando los derechos humanos de los involucrados en los distintos casos que a la fecha se conocen en los tribunales dominicanos.

La única experiencia desagradable que se observa  es la ingratitud que exhiben algunos  dominicanos que se beneficiaron directa o indirectamente de la gestión anterior, inclusive  conscientes de la hipercorrupción reinante, que hoy dirigen ataques desconsiderados hacia el  antiguo mandatario. Lo indefendible no se defiende, pero el concepto de la gratitud es una virtud que a veces se expresa hasta con el silencio.

El autor de este artículo fue opositor al Gobierno que presidió Danilo Medina, porque la corrupción, la impunidad y el secuestro de las instituciones democráticas fueron, entre otras, las principales características durante esa administración. Lo propio se puede decir de las gestiones encabezadas por el doctor Leonel Fernández. Pero nada personal con uno ni con otro.

Y en momentos en que se hace justicia contra la corrupción auspiciada por uno de esos líderes, usted no puede cebarse de forma cruel y cobarde contra alguien que luce “débil e indefenso”, usando epítetos y adjetivos insultantes, como en efecto se observa en la prensa, periódicos digitales, medios audiovisuales y redes sociales. Lo que no hicieron ayer, lo hacen hoy hacia una persona que no puede ni hablar.

Es condenable la corrupción de los gobiernos del PLD, pero no es menos reprochable la ingratitud y crueldad de oportunistas y cobardes que actúan conforme a su conveniencia personal, interpretando los nuevos vientos y el momento político que vive el país.