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John Cazale: el Midas de la actuación

John Cazale: el Midas de la actuación

Del actor John Cazale se sabe que lo atrapó un cáncer de páncreas.

A mí se me parece el actor John Cazale a Edgar Allan Poe, el más ilustre de los dipsómanos. ¿Un parecido que aterra? Tengo que mirarlo bien para notar ciertas diferencias.

Hay tanta similitud en el ancho de la cara, en la palidez de la epidermis, en la mirada que despierta la quietud y se hace inquietante. Hay un hilo conductor entre ambas vidas, y eso es quizás lo que a la confusión me arrastra: lo desgraciado establecido de forma inexorable en ellas.

Edgar Allan Poe “pasó” a los 40 años, y Cazale, a los 42. (Nada suena más bello que el “He passed away” de los gringos; salta o atenúa el tufo funerario de mencionar la palabra muerte). El parte médico o acta de defunción de Poe es inexistente.

Todo registro se ha perdido, como se perdió muchas veces en las calles de Baltimore, Maryland, en la gloriosa bruma del alcoholismo. De él mucho se ha perdido, menos sus geniales cuentos, ni en mi memoria el prólogo que hizo a su obra el poeta maldito y maldecido por las élites: Charles Baudelaire.

De Cazale sin embargo, se sabe que lo atrapó un cáncer de páncreas, ese órgano que semeja vómito de monstruo.

John Cazale: el Midas de la actuación
El parte médico o acta de defunción de Edgar Allan Poe es inexistente.

Hasta Wikipedia maneja ese parte médico, que Hollywood se encargó de divulgar, más allá de los cientos de periódicos sensacionalistas.

Poe y Cazale vienen con la predisposición corpórea para no rebasar los 50. Amén de estar señalados (el dedo del azar, el más críptico de los dedos) por lo desgraciado.

De Cazale se destaca su pelo, lacio en extremo, parecía una peluca. El bigote, fuertemente negro, algo sembrado con fuerza, y jamás postizo. Las entradas pronunciadas hacían que el rostro se agrandara, que dominara sobre la superficie un aspecto brilloso.

Cumplía a la perfección el drama del hombre débil (En El Padrino fue la apoteosis), del hombre enfermo en apariencia y al que la parca siempre estuvo “a cuarta de chuleta”, y era que tenía una pareja que más que esposa, parecía una hermana.

Meryl Streep, la pelirroja de Hollywood, que todos los chicos hubiésemos querido tener en el barrio. Si se colocan fotos de ambos, pensará uno que la convivencia fue puliendo y fomentando el parecido. Los años hacen cosas, no tan solo cadáveres.

Era Cazale el Rey Midas de la actuación. Todo lo que tocaba lo convertía en Oscar. Cuatro películas le bastaron para se le hiciese un hueco en el Olimpo. Tarde perros, El cazador, El Padrino, El Padrino II, La conversación, dan fe y puesta en escena fehaciente de ello. Al igual que Los Beatles que lo más grandioso lo hicieron en un lapso breve, del 1962 al 1966, Cazale hizo lo propio del 1972 al 1978.

Si el personaje Atlante representa en la mitología griega al hombre condenado a cargar una bóveda celeste en sus hombros, Fredo en la mitología hollywoodense, es el ser que termina aplastado por el mundo.

La escena en que se pierde en el mar es antológica. En medio de la bruma el barco se va alejando. Se ve que una figura es lanzada al agua, y todo el barco va desapareciendo mientras el rostro de Al Pacino se va ensombreciendo…

Volvamos al rostro de Fredo. La nariz parece que caerá en el copioso bigote y allí hallará muerte. Los ojos parecen uno hijo del otro. Debajo una pequeña bolsa está naciendo, pero parece como si hubiesen sido tiznados por el un lápiz de carbón, a la carrera.

Tiene patillas populares para la época, y para al rostro el toque que merece. Del labio superior el bigote solo deja ver un tantito, suficiente para saber que tiene algo.

El de abajo no alcanza para afirmar que tiene un rictus amargo. Hay un sentimiento oculto en esta expresión. Por el ángulo que está tomada la foto, se hace entender que era un humano escaso de orejas.

Lo reverenciaron los grandes: Pacino, Robert de Niro, dijeron que aprendieron de él a sacarle ganancia al dolor y a la pena.

Fredo abofeteado, Fredo atrapado entre las feroces manos de Al Pacino, Fredo en La Habana cuando ya caía el régimen de Batista, con ese aire inefable de hombre perdido, de hombre condenado y señalado por la muerte.

Da la impresión de que los pómulos hacen un esfuerzo más por salir, como intentó toda la vida artística personificar al hombre débil sin carácter. Y con genialidad lo hizo.

Cazale nos enseñó que Hollywood no es solo Stallone, explosiones, un alcen el trapo arriba o la pared se ilumine, también una gloriosa oscuridad que recogen los rostros que son poemas inmensos o penas infinitas.

Por: Eloy Alberto Tejera
loyalbert28@hotmail.com

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