Carolina confiesa que como consecuencia de los maltratos que sufrió de su pareja, durante un tiempo, aunque vivían en la misma casa, dejó de “verlo”. El estaba ahí, llegaba, comía, salía de nuevo, se acostaban en la misma cama, pero para ella ya no estaba.
Es como si hubiera decidido borrarlo de su vida, mientras se definía una separación legal y física. Decidió poner sus propios bombillos, aprender a clavar clavos y resolver problemas que, muchas veces en las casas, solo resuelven los hombres. Porque el de su casa ya la había defraudado y para ella no estaba.
Y es que cuando hablamos de terminar una relación que sugiere convivencia, por lo general se piensa en un divorcio o el abandono del hogar por parte de uno de los miembros, sin embargo –explica la psicóloga Olga Renville- hay otro tipo de divorcio o separación que puede suceder aún cuando ambos estén juntos y es igual o más doloroso que la ausencia física, pues se trata del «divorcio emocional».
“Esta situación, la cual vemos en consulta con mucha frecuencia y es más común de lo que pensamos, se describre como el proceso en el que una persona comienza a desconectarse emocionalmente de su pareja mientras todavía se encuentra en la relación”, abunda la terapeuta y experta en filosofía mental, del Grupo Profesional Psicológicamente.
Renville detalla que las causas de esta frialdad pueden ser múltiples, pues puede ser que la relación se haya enfriado, que la insensibilidad de la pareja haya matado la emoción, por violencia y abuso. O puede ser simplemente que con el tiempo las dos personas se desarrollaron por rutas de vida distintas, lo cual suele ocurrir en las parejas muy jóvenes, a través del tiempo.
“Es importante tomar en consideración que el divorcio emocional no es algo que sucede de la noche a la mañana, sino que se va gestando a lo largo del matrimonio.
Las señales de que un distanciamiento se está dando, son bastante claras, sin embargo, en muchas ocasiones se pasan por alto todas esas cosas que hace la pareja, donde claramente demuestra que el interés por la relación se va acabando, o peor aún, crean una zona de confort donde ninguno de los dos decide dar el paso hacia la solución definitiva”.
La profesional dice que la convivencia en estos casos es muy dificil, no solo para la pareja, sino también para los hijos, quienes crecen y viven con un modelo disfuncional y erróneo de que lo que es una sana relación de pareja; situación, que suele crear inseguridades, baja autoestima, y trastornos de conducta en los hijos.
El ambiente en el hogar suele ser hostil, cargado de indiferencia, y vidas paralelas, donde no existe el respeto ni el afecto entre la pareja.
¿Por qué y para qué?
La psicóloga orienta que en estos casos lo más recomendable, cuando una pareja está en la disyuntiva de saber si vale la pena seguir juntos, es asistir a terapia para identificar ¿por qué? y ¿para qué? continuar con una relación.
“En la mayoría de los casos, cuando la pareja ha llegado a este punto, es probable que la esencia del convivir se haya desviado, por lo cual es recomendable apelar a la honestidad de cada uno, crear un sistema de límites, donde si la relación de pareja no funciona, se logre rescatar la relación que como padres deben tener, si existen hijos”.
Concluye que continuar la convivencia cuando el sentimiento, el deseo, la pasión y el interés, hace tiempo han desaparecido, es sencillamente una tortura que no aporta beneficios para ninguna de las partes, sino que más bien impide que la vida de la familia fluya de forma sana. La vida no es estática y los cambios son inevitables.
UN APUNTE
Importante
Olga Renville analiza que el divorcio emocional no es algo que sucede de la noche a la mañana, sino que se va gestando a lo largo del matrimonio y las señales de que un distanciamiento se está dando, son bastante claras.