Tanta alarma con el zika tiene que llamar la atención y plantear preguntas. El virus no mata. Por ahora su mayor efecto es la microcefalia de los recién nacidos de madres picadas por el mosquito y los trastornos nerviosos. Esas consecuencias han bastado para que la Organización Mundial de la Salud declare la epidemia como un problema internacional y el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ordenase acelerar las investigaciones y solicitar al Congreso un presupuesto de 1,800 millones de dólares para luchar contra la peste.
La alarma deja la impresión de que algo se oculta. De que no se ha dicho todo sobre la dimensión y el efecto de la enfermedad. Contra el dengue, que sí es letal y está en casi todos los países de la región, no ha habido tal alarma. Solo contra el ébola, la epidemia que dejó más de 11,300 muertos en varios países de África Occidental, ha detonado similar alerta sanitaria. Hoy, hasta los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro están en veremos a causa del zika. Es cierto que contra el virus no existen vacunas ni medicamentos, pero el hecho de que prácticamente se encendiera la luz roja sugiere la posibilidad de que la epidemia pueda ser más grave de la cuenta.
De no ser así ¿cómo se explica entonces que contra el dengue, causado por el mismo insecto, no se haya producido la misma movilización? El pánico ha cundido por el tono que se ha puesto a la picadura de un mosquito que por las mismas condiciones sanitarias y climáticas abunda en toda la región. Los síntomas, que duran entre dos y siete días, incluyen fiebre, conjuntivitis, sarpullidos, dolores muscular y de cabeza y malestar general. En algunos casos los pacientes, según los especialistas, ni siquiera lo notan. Al ser tan estridente, la alarma que se ha sonado propicia las más variadas conjeturas sobre el efecto del microorganismo.
El primer caso de zika fue identificado en Brasil en mayo de 2015. Desde entonces el virus se “extiende de manera explosiva” por toda la región, como reconoció la directora de la Organización Mundial de Comercio (OMS), lo que ha provocado, según los propios especialistas, un nivel de alerta extremadamente alto. Al prestársele más atención que al dengue, que según las estadísticas oficiales causó 103 defunciones en 2015, la preocupación tiene todavía más fundamento. Brasil, que es una de las grandes economías, no ha podido con el insecto.
El panorama sanitario que hoy vive la región remite a África Occidental, porque, con todo y la movilización de las potencias y los organismos internacionales, hasta que se declaró el fin de la epidemia, el 14 de enero de este año, el ébola causó en dos años la muerte de 11 315 personas. Y la reflexión que plantea es si sus efectos pueden realmente ir más allá de lo que se ha informado. Si no ¿por qué tanta alarma? ¿Qué otra cosa?