República Dominicana perdía por varias decenas de puntos de sus rivales regionales en el deporte del aro y el balón antes de 1974 cuando el país fue anfitrión de los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe.
México, huésped de los deportistas del mundo en los Juegos Olímpicos de 1968, tenía en su quinteto a Arturo Guerrero (Mano Santa), Raúl Palma y Manuel -El Indio- Raga.
Guerrero había sido el mejor encestador del continente en los rankings de la FIBA hasta la llegada de Oscar Schmidt, a quien posteriormente también se le conoció como “ Mano Santa”, un anotador despiadado en todos los niveles. El azteca lideró en anotación en Juegos Centroamericanos, Panamericanos, Pre Olímpico, Mundial y Juegos Olímpicos, un verdadero azote.
Cuba, ganador de medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Munich (1972) contaba con su poderosa línea frontal integrada por Ruperto Herrera, Alejandro Urgellés y Pedro Chappé, así como la parte trasera de Tomás -Jabao- Herrera y Miguel Calderón.
La estatura de nuestro cinco inicial de los XII Juegos distaba mucho del poderío de la mayor de las Antillas. Manolo Prince, el recién llegado Eduardo Gómez, Alejandro Tejeda, Pepe Rozón y Héctor -Vikingo- Monegro integraron ese quinteto histórico.
Puerto Rico, donde el basket es disciplina nacional, cuya liga comenzó en 1930 y para el 1974 tenía 16 clubes divididos en cuatro sectores Norte, Sur, Este y Oeste, había participado en cuatro Olímpicos seguidos y tres Mundiales cuando vino a Santo Domingo en febrero de 1974. San Juan ya tenía en su poder la sede del Mundial de ese año que reuniría a los mejores del globo, incluyendo rusos, yugoslavos y norteamericanos.
El baloncesto fue el deporte que más seguidores atrajo en los Doce Juegos. Había nacido un monstruo en la simpatía popular y aunque todavía los vistosos uniformes de los boricuas nos llamaban a la atención y el público en las gradas se quedaba absorto ante las exhibiciones de los donqueos de los jugadores vecinos, ya la brecha comenzaba a estrecharse con la sola presencia del dominican york Eduardo Gómez en la duela conduciendo el balón junto a Manolo Prince.
Impresionados por la fineza y juego pulido de Chappé, el poder de Urgellés, la capacidad de Ruperto, la jerarquía de Teo Cruz, el buen desempeño de Neftali Rivera, la calidad y ejecución multidimenesional de Raymond Dalmau, quinta esencia y buque insignia de la nave boricua, el talento ofensivo del dúo Guerrero- Palma y la polivalencia del Indio Raga vimos a Cuba, Puerto Rico y México obtener los lauros en el basket de los XII Juegos
Al año siguiente, 1975, el Virgilio Travieso Soto de nuevo recibió a tan distinguidos visitantes pues el país montó el Centrobasket de esa ocasión, época en la que los jugadores estelares participaban en todos los eventos, pues fuera de la NBA no había muchas ligas llamativas que ofrecieran buen dinero.
Esta vez la gerencia dominicana, Fedombal en ese tiempo, logró poner en cancha un monstruo que no había cumplido los 22 años llamado Hugo Rafael Cabrera Lora, quien en una estrecha derrota de dos puntos (79-77) encestó 28 enteros contra Cuba, una cifra tan significativa que jamás se ha borrado de nuestra memoria.
Dominicana venció 74-71 a México, ganador de la medalla de oro y perdió de Puerto Rico (65-72) en tiempo extra cuando increíblemente Diego Gomila, con cinco faltas personales (debió estar fuera de la cancha) anotó seis tantos en los cinco minutos complementarios y eso ocurrió en una mesa técnica manejada por dominicanos.
Otra vez el cuarto lugar, pero digno, dando competencia y avisando lo que vendría con Cabrera en el piso.
Dos años después los equipos se reunieron en el istmo y allí, con Hugo comandando el pelotón y Gómez escoltándolo, se obtuvo la presea dorada, la primera en la historia del país en estas justas regionales, bajo las riendas de Humberto Rodríguez y Faisal Abel.
Cabrera fue seleccionado JMV y tanto él como Gómez integraron el All Star, repitiendo lo de dos años atrás en Santo Domingo. Aportaron a la causa Franchy Prats, Héctor Báez, Iván Mieses, Vinicio Muñoz y Pepe Rozón, mayormente. Evaristo Pérez y Víctor Chacón eran bisoños, mientras que Alejandro Tejeda terminaba su carrera en la selección y Prince cumplía su penúltima parada. Cándido Antonio Sibilio Hughes (Chicho) fue impedido de accionar.
En los XIII Juegos en Medellín, Colombia, El Inmenso repitió el JMV del año anterior, pero el equipo se tuvo que conformar con la medalla de bronce no sin antes Hugo aplastar a Michael Vicens, un defensor supuestamente llevado por los boricuas para detener al dominicano.
La salida de El Inmenso de la selección, por razones harto conocidas, creó un vacio de liderazgo en los equipos nacionales que no volvieron a conquistar una medalla hasta la plata del Centrobasket de 1995 efectuado en el país. Desde entonces, la frecuencia de RD en uno de los tres puestos del podio ha sido consistente en los certámenes de la región.
Cabrera regresó a la selección en 1989, con 36 años de edad, sus mejores momentos estaban atrás, pero como actor de reparto hizo un trabajo interesante en un equipo liderado por José -Grillo- Vargas, Evaristo, Vinicio, Máximo -Tepo- Tapia y Víctor Hansen. Esaescuadra fue la primera que derrotó un quinteto de Estados Unidos en categoría de mayores en un evento oficial de la FIBA.
El dominio
El primer torneo local (Abadina) de Hugo fue en 1976 y condujo a San Lázaro al título con una barrida histórica (4-0) contra Naco en la serie final.
Los cuatro primeros años, Centrobasket 1975 (Todos Estrellas), 1977 (JMV, Todos Estrellas), torneo superior de 1976 (campeón fácil con San Lázaro), 1977 (JMV en la serie regular en campeonato interrumpido en la fase final) y Juegos Centroamericanos del 1978 (JMV) fueron las razones por la que acertamente Frank Kranwinkel le bautizó como El Inmenso y lo presentaba como un sándwich completo, pues poseía todos los ingredientes.
He ahí el porqué en este país, hombres y mujeres muy adultos que lo vimos accionar, jóvenes que han leído la historia de sus proezas, visto los vídeos y entrevistas, se rinden e inclinan reverente ante la gigantesca figura de quien junto a Eduardo Gómez condujo el baloncesto local a otro nivel. Fue Hugo, quien hizo que le perdiéramos el miedo a boricuas y cubanos, aunque no dejáramos de respetarlos.
El cuerpo del hombre depositado al mediodía de ayer en la necrópolis Puerta del Cielo, como su apodo, tuvo una magnitud imposible de medir.
Alcanzada la suprema igualdad, sólo te deseamos buen viaje, inmortal.
Que en la gloria esté, Inmenso.