
Bruno Rosario Candelier, director de la Academia de la Lengua, entrega a Eduardo García Michelel certificado de membresía. A los lados, Rafael Peralta Romero y Carlos Salcedo.
Cuando recibió el premio Nobel de Literatura, en 1971, el poeta chileno Pablo Neruda, al hablar ante la Academia Sueca, comenzó de esta manera: “Mi discurso será una larga travesía, un viaje mío por regiones lejanas y antípodas, no por eso menos semejantes al paisaje y a las soledades del norte. Hablo del extremo sur de mi país…”.
El 11 de octubre de 2025, el intelectual Eduardo García Michel ingresó a la Academia Dominicana de la Lengua en la categoría de miembro de número. Su discurso fue también una travesía, un tránsito que no incluye ríos ni lagos ni picos coronados de nieve. Resulta, más bien, un viaje introspectivo, una exploración a plena luz hacia la existencia y personalidad de García Michel.
Aunque nuestro orador no haya proclamado, como Neruda, que su discurso sería un recorrido por regiones disímiles, la metáfora de la travesía le es aplicable por igual a su pieza retórica. Mediante este discurso, el nuevo académico se nos ha revelado como un ente forjado en las luchas por la existencia, por la democracia, por la formación intelectual y el crecimiento espiritual.
Está escrito en las sagradas Escrituras, específicamente en el libro de Job: “Milicia es la vida del hombre sobre la tierra”. (Job 7,1-4). Y esa milicia significa el esfuerzo que conlleva, entre otros aspectos, resistir las adversidades, forjarse como un hombre de bien, apegado al conocimiento y a la vida en libertad habiendo nacido y crecido bajo la pesada atmósfera de una tenebrosa dictadura, al tiempo de pertenecer a una familia capaz de disentir de los criterios del sátrapa.
“Circunstancias y visión de un economista y escritor”. Fue el título. Hay un breve párrafo que encierra la clave más pertinente del discurso. Dice así: “Me propongo hablarles de mis circunstancias, valores, episodios que me forjaron en el seno familiar, el azar, el contacto con otras culturas, el llamado de la patria, mi vocación por la literatura, la historia, vida profesional, influencias recibidas”.
En el camino anímico de Eduardo García Michel, magníficamente trazado en su discurso, sobresalen hechos y palabras que delinean a la perfección los caracteres de la persona que ha sido y es. Nada como los hechos y las palabras para identificar a un hombre y en particular a un escritor. Fungir como persistente articulista, ensayista de temas económicos, cronista de sucesos trascendentes y novelista que se ocupa de fantasear realidades de nuestra vida política, lo muestran suficientemente, como un cultor de la palabra escrita.
El académico se nos ha mostrado como aspiraba el lingüista y poeta Pedro Salinas: “El hombre se posee a sí mismo en la medida en que posee su lengua”. El ilustre mocano posee su lengua, la misma de Cervantes y Pedro Henríquez Ureña, y la ha empleado para el buen combate, por la justicia, el bien común y para la creación literaria que proporciona deleite y refuerza los perfiles de la dominicanidad…y hasta de la mocanidad.
Eduardo García Michel ocupará el sillón A, el cual, desde la fundación de esta corporación, en 1927, correspondió a monseñor Adolfo Alejandro Nouel, arzobispo metropolitano de Santo Domingo, quien fuera miembro fundador y presidente de la academia hasta el momento de su deceso, en 1937.
La poltrona permaneció vacante durante 71 años, es decir, hasta el 16 de junio de 2008, cuando la asumió el académico José Rafael Lantigua, lamentablemente fallecido el 5 de agosto de 2025.
Me ha correspondido el honor de responder el discurso de García Michel y en nombre de la junta directiva ofrecerle nuestro recibimiento. Siéntase cómodo, pues en esta casa de la palabra usted también es dueño. En hora buena.
Por: AFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com