Opinión Carta de los Lectores

Las iglesias y Haití

Las iglesias y Haití

Las iglesias tienen que tener un papel estelar en enfrentar a la penetración religiosa y cultural que sufren los dominicanos en la zona fronteriza con Haití. El caso más peligroso, es el que se ha llegado a denunciar de qué hay templos en mal estado. También es de preocupación la pastoral haitiana, donde los sermones son en creole.

El papel de las iglesias es de recibir a todos, y no discriminar por el color de la piel, por el idioma y hasta por las costumbres religiosas. Pero está también la obligatoriedad de proteger a lo nacional y no dejarlo a expensas de predicas que se pueden considerar peligrosas.

La santería y brujería haitianas se difunden por la zona fronteriza, donde se hace necesario elevar la dominicanidad, y hacerle frente a cualquier manifestación de penetración religiosa o cultural. La frontera no es terreno para ofrecer misa en creole o los dialectos haitianos. Ellos tienen sus propios santos, por lo que no es papel de los dominicanos aplaudirlos en esa exaltación de deidades.

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Además, la Conferencia del Episcopado Dominicano tiene una línea sobre la migración ilegal de que se dé protección a los indocumentados. Las disposiciones y las leyes son claras de que no deben estar en el territorio nacional, los que carezcan de identidad.

Es un error de sectores de la iglesia plantear la necesidad de permitir los permisos de emergencia, que no es otra cosa que establecer las cuotas de indocumentados para las industrias agrícolas y de la construcción.

Todos los haitianos que estén en el territorio nacional deben tener sus papeles en regla, o corren el riesgo de ser deportados. Es un deber ciudadano y constitucional de los dominicanos.

Esas deportaciones se deben realizar cumpliendo con todos los requisitos de respeto a los derechos humanos, emanados de las organizaciones de las Naciones Unidas y de Estados Americanos.
Cualquier exceso en la aplicación de los reglamentos, debe llevar a sanciones a los que golpeen o maltraten a un indocumentado en el momento de su detención y traslado.

El pueblo dominicano es solidario con el haitiano, así lo ha demostrado en la historia reciente, pero no puede echarse sobre los hombros la solución de su desgracia. Son dos países diferentes.

La República Dominicana no discrimina a nadie por el color de su piel y por el idioma que habla, sino que exige respeto a su soberanía e independencia. No puede haber parcialidades de los templos, sino defensa del interés nacional.


Manuel Hernández Villeta

El Nacional

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